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domingo, 15 de abril de 2012

PERU: Postguerra Interna, Memoria y Democracia (2012)

"Disparen sobre el terrorista"

Por Javier Torres

Diario16, Lima, 03-01-2012

Cada cierto tiempo, la derecha peruana nos recuerda con bombos y platillos, que somos una sociedad de postguerra, en la cual hay seres "miserables" que no tienen ningún derecho. Para nuestra derecha, esos "seres" a quienes se les niega la condición de humanidad, deberían estar muertos y si no lo están deberían pasar el resto de sus vidas en celdas de castigo. Poco importa si fueron jefes, cuadros, militantes o simpatizantes de Sendero Luminoso y del MRTA, y si sus delitos tuvieron distinta magnitud. Para nuestra derecha más recalcitrante y conservadora no hay distingo que valga. El “terrorista” no es un ser humano y punto.

En esta lógica, como el "terrorista" no es humano, sus familiares tampoco lo son. Y entonces padres, madres, hermanas, hermanos, esposas y esposos, hijos e hijas que atravesaron ese proceso de deshumanización, deben volver a vivirlo cada vez que surge un nuevo debate sobre el tema. Como si el escarnio sufrido no hubiera sido suficiente, éste debe ser revivido, como en aquellas tragedias griegas, en las que el personaje y sus descendientes, no pueden escapar del destino que para él han trazado los Dioses del Olimpo.

Nadie puede negar la magnitud de los horrendos crímenes de Sendero Luminoso, ni la barbarie que significaron la sistemática práctica del secuestro y asesinatos selectivos cometidos por el MRTA. Nadie puede negar que dichas violaciones a los derechos humanos de millones de peruanos y peruanas, contribuyeron a generar no sólo muerte, sino más pobreza y atraso, así como una profunda marca en nuestra sociedad. Y como consecuencia de sus crímenes, los jefes de las cúpulas de ambos grupos –así como muchos de sus miembros- fueron condenados a largos años en prisión.

Pero el tiempo pasa, y poco a poco, los miembros de ambos grupos, han ido dejando las cárceles e intentando rehacer sus vidas. De muchos de ellos nada se sabe, y es probable que no quieran volver a saber nada con la violencia de la que fueron parte; otros vienen intentando dedicarse a la acción política o al activismo social, en algunos casos con agendas y discursos radicales. Cuando esto ocurre es legítimo reclamarles que su radicalidad no salga de la esfera de la democracia, como bien hizo hace un mes el Jurado Nacional de Elecciones al denegarle la inscripción como partido político al senderista MOVADEF porque "dicha organización adopta un principio (marxismo - leninismo - maoísmo - pensamiento Gonzalo) cuyo seguimiento implica actos violentos contrarios a la Constitución Política del Estado".

Quizás el día en que "nuestros Dioses del Olimpo" dejen de pedir, como en los años ochenta, que "Disparen sobre el terrorista" - sin importar que muchos de los muertos y desaparecidos fueran inocentes, y aprendan a defender a la sociedad con la Constitución y la Ley, como lo ha hecho el JNE - podremos afirmar que la postguerra ha terminado. Mientras esto no ocurra, seguiremos atrapados en nuestro trágico pasado reciente.

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* Tomado de: http://diario16.pe/columnista/6/javier-torres/1418/disparen-sobre-el-terrorista

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Historia Sí, histeria no

Por Javier Torres

Diario16, Lima, 24-01-2012

La reaparición de Sendero Luminoso, a través del hoy famoso MOVADEF, en la escena pública, ha producido innumerables y justificadas reacciones de diversos actores políticos y sociales. Podríamos afirmar que casi todos se han visto obligados a dar su opinión y, en la mayoría de los casos, se ha coincidido en la necesidad de rechazar su ingreso a la vida política legal.

El debate que se ha generado ha desplazado otros temas de la agenda como el conflicto Conga o el caso Chavín de Huántar, y ha servido para que los nuevos rostros del senderismo emerjan y nos muestren la pobreza de sus argumentos así como su firme adhesión a Abimael Guzmán, quien fuera la cima del pensamiento totalitario en el Perú y en América Latina, y cuya acción generó el más grave conflicto armado interno de la historia de nuestro país, con la consiguiente secuela de muerte y destrucción que muchos rechazamos.

Las presentaciones televisivas de los viejos y nuevos cuadros del senderismo han mostrado lo poco preparados que estamos para enfrentarlos, lo que se ha puesto en evidencia en entrevistas que han terminado convirtiéndose en espacios de violencia verbal, que es un terreno donde Sendero Luminoso sabe moverse muy bien. Por ello, no solo basta la indignación, el pesar o el profundo dolor que nos generan los años de la violencia y el terror, para confrontarnos con un discurso monolítico, cerrado y dogmático que quienes tenemos más de cuarenta años recordamos. Tampoco bastan nuestros miedos y que la ofensiva mediática antisenderista ha querido retroalimentar.

Ni el dolor ni el miedo son las mejores armas para enfrentar a nuestros fantasmas del pasado ni al senderismo del presente. El Perú necesita que nuestra democracia empiece a ser algo más que una simple promesa, que el Estado deje de jugar con quienes fueron víctimas de la violencia y que siguen esperando justicia y reparación, y que la plena vigencia de los derechos humanos deje de ser una quimera. En esta tarea no hay quien se pueda escabullir, ni excusa que valga. Para ello necesitamos con urgencia llegar a algunos consensos sobre nuestra historia reciente, ya que resulta absurdo que mientras Sendero Luminoso hace trabajo político en universidades y en comunidades campesinas, en Lima sigamos entrampados culpándonos de quién es el responsable de su retorno.

Hay que preguntarse si tiene sentido seguir discutiendo hasta la eternidad, si las proyecciones del Informe sobre las cifras de las víctimas que calculó la CVR son exactas. O si sus recomendaciones fueron las correctas o no. Creo que a estas alturas y habiendo participado en innumerables debates sobre el tema, considero que es el momento en que nuestra sociedad tiene que comenzar a conocer lo más importante de aquel Informe, que fue la reconstrucción histórica del conflicto armado interno y, sobre todo, los innumerables testimonios –lamentablemente poco difundidos- de quienes fueron víctimas de Sendero Luminoso, el MRTA, así como de las Fuerzas Armadas y Policiales.

Sin duda esta tarea no es fácil, ni será sencillo llevar la historia del terror a las escuelas, colegios, universidades y a la sociedad en general. Se necesita una enorme voluntad política y ciudadana, y mucha capacidad y creatividad para no ahogarnos en el recuerdo del horror, como lo han hecho otras sociedades que han pasado por situaciones similares. Pero solo de esta manera podremos comenzar a procesar nuestro pasado y a ser capaces de rechazar cualquier intento de retorno a uno de los más tristes capítulos de nuestra historia. Si no lo hacemos volveremos a caer en la lógica que nos impuso Abimael Guzmán hace treinta años, una lógica en la que la única manera de enfrentar al totalitarismo senderista era la violencia.

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* Tomado de: http://diario16.pe/columnista/6/javier-torres/1481/historia-sai-histeria-no

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Campesinos atrozmente asesinados

Por Mirko Lauer

La República, Lima, Miercoles, 25 de enero de 2012

Hay Estados que proscriben la negación pública de un genocidio históricamente comprobado. Muchos países de Europa tienen una frondosa legislación que condena a quienes postulan que el holocausto es un invento. En Francia se acaba de prohibir la prédica, mayormente turca, de que no hubo masacre de un millón y medio de armenios en 1915.

El tema nos toca. No solo porque los epígonos de Sendero Luminoso niegan sus prácticas genocidas, y porque la Fuerza Armada tiende a desentenderse de las atrocidades cometidas en respuesta. También porque hay sectores empecinados en mantener toda esa era de sufrimiento como un espacio borroso, donde hay mucho de vago y muy poco de preciso.

En lugar de aceptar o negar abiertamente los datos corroborables de ese pasado, el Perú los ha mantenido como un tema de constante divergencia. La discrepancia en torno del número de víctimas establecido por la CVR es sintomática. Cada bando ideológico se queda con su cifra, nadie se ha tomado la molestia de sustentarla o al menos perfeccionarla.

Ahora una nueva camada de senderistas está intentando reescribir la historia a su conveniencia, presentando la permanente criminalidad de SL contra campesinos inermes como un uso habitual de la guerra. Parte de su cálculo es que 30 años después el país ha olvidado y está listo para volver a ser sorprendido como en 1980.

El informe de la CVR es perfectible, pero a la vez indispensable, puesto que sus críticos nunca han presentado una alternativa integral a su contenido. Descartar el documento de plano en todos sus aspectos termina siendo una variante local de negacionismo frente a un genocidio. Un favor a dos bandas a los senderistas, y demás enemigos de los derechos humanos.

Es evidente que ni aquí ni en ninguna otra parte puede darse una visión coincidente al 100% sobre un hecho tan vasto, tan emotivo y con tantos alcances como un genocidio. Pero frente a hechos históricos la subjetividad tiene algunos límites, y negar una crónica de los hechos, en este caso el informe de la CVR, es una forma de negar los hechos.

La iniciativa para poner una versión adecuada del horror de 1980-1992 al alcance de los escolares es sumamente positiva. Ella también sirve para recordarnos lo estancados que están los estudios históricos acerca de qué sucedió en esos años. El informe de la CVR no es, y nunca pretendió ser, la última palabra, sino más bien una primera aproximación.

Imaginemos al Lugar de la Memoria (en construcción) no solo como un museo de la historia de la violencia, sino también como un centro de estudios académicos sobre esa historia. Sería uno de los mejores antídotos a cualquier intento de rearticular la violencia en torno de la amnesia colectiva.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/observador/campesinos-atrozmente-asesinados-25-01-2012

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Memoria y MOVADEF

Por Martín Tanaka

La República, Lima, Domingo, 29 de enero de 2012

Como a muchos, a mí también me ha dado mucho que pensar el pedido de inscripción del “Movimiento Por Amnistía y Derechos Fundamentales” (Movadef) en el registro de partidos políticos. Se ha comentado bastante sobre el desconocimiento de los jóvenes en general respecto a lo ocurrido durante lo que la Comisión de la Verdad y Reconciliación llamó el “conflicto armado interno”, y se ha expresado preocupación en tanto ese desconocimiento podría dar margen para un resurgimiento del terrorismo. Se ha pedido que la escuela pública informe a los jóvenes, y que los partidos políticos hagan trabajo en las universidades.

Bien vistas las cosas, lo que el Movadef ha hecho es hacer evidentes los límites de las maneras en que como sociedad hemos enfrentado el tema de la memoria de lo ocurrido en esos años. En primer lugar, la desinformación es la expresión natural de una ciudadanía desinteresada en los asuntos políticos. Según la encuesta “Perfil del elector” del Jurado Nacional de Elecciones de 2010, un 67% de los peruanos declara tener poco o ningún interés en la política, y el porcentaje sube al 71% en Lima. Esto es consecuencia de una esfera pública empobrecida en los últimos veinte años, al amparo de discursos antipolíticos y de reducción de espacios de debate y deliberación, que los medios de comunicación masivos en general, lejos de contrarrestar, refuerzan.

También hay un problema de cómo recordar y procesar sucesos tan traumáticos. Una encuesta del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Católica, de finales de 2006, mostró que, a pesar de que una gran mayoría teme que esos sucesos puedan repetirse, un tercio de los limeños piensa que “es mejor olvidar y no remover el pasado”, porcentaje que sube hasta un 58% en Huánuco y Junín, y a un 64% entre los ayacuchanos. De allí la importancia de que la memoria vaya acompañada de justicia, reparación, reformas institucionales, políticas de desarrollo.

Esto respecto a la actitud que tenemos como sociedad frente a lo ocurrido. Otro tema es lo que sucede en las universidades. En realidad, la existencia de militantes del Movadef no es resultado de la desinformación: por el contrario, es consecuencia de la manera en que funciona buena parte de la escuela y la educación superior pública, siguiendo patrones autoritarios, de mala calidad, excesiva ideologización y dogmatismo en torno a un “empobrecido marxismo de manual”, tal como fue señalado por la CVR.

Se suele presentar allí una narrativa derrotista y fatalista sobre el país, una imagen falsamente crítica que lo presenta como víctima inerme de siglos de injusticias y explotación sin esperanza de cambio. De allí a denunciar a la democracia y a sus instituciones como una farsa y a asumir que la redención solo vendrá con una revolución dirigida por una vanguardia que implicará un alto costo de sangre, no hay demasiada distancia. ¿Qué hemos hecho desde las universidades y desde las ciencias sociales para combatir estas visiones?

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/virtu-e-fortuna/memoria-y-movadef-29-01-2012

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