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martes, 27 de diciembre de 2011

Carlos Franco (1939-2011)


Profundo pesar por el fallecimiento del sociólogo Carlos Franco

Obra. Destacado intelectual aportó a la comprensión de la sociedad peruana.

La República, Lima, 11 de diciembre de 2011

El reconocido sociólogo, pensador e intelectual peruano Carlos Franco falleció ayer a la edad de 72 años. Franco abordó durante su vida académica temas referidos a regimenes políticos, la reforma del Estado, la participación popular y la historia de las ideas políticas.

Entre sus obras más reconocidas destacan Acerca del modo de pensar la democracia en América Latina e Imágenes de la sociedad peruana: la otra modernidad.

A fines de la década del 60 e inicios del 70, Carlos Franco apoyó el régimen del general Juan Velasco Alvarado, según relatan sus conocidos, por su compromiso con las ansiadas reformas dentro de la sociedad peruana.

Durante el primer gobierno de Alan García, el distinguido académico se desempeñó como asesor presidencial, siempre relacionado a darle un cambio a la política económica.

En su obra, el sociólogo estuvo interesado en la participación popular dentro de la democracia y reflexionó sobre los retrocesos cíclicos políticos a partir de los cambios de regímenes en Latinoamérica.

Se desempeñó como parte del consejo editor de la publicación Socialismo y Participación, junto a Carlos Amat y León, Francisco Guerra García, Félix Jiménez, Federico Velarde y Félix Wong, siempre bajo la dirección de Héctor Béjar.

Las reacciones de su sensible fallecimiento se extendieron en redes sociales como Facebook y Twitter, en las que usuarios manifestaron su profundo pesar.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/11-12-2011/profundo-pesar-por-el-fallecimiento-del-sociologo-carlos-franco

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Carlos Franco (1939-2011)

Por Mirko Lauer

La República, Lima, 11 de diciembre de 2011

Acaba de fallecer Carlos Franco, distinguido pensador y activista de causas populares, autor de textos claves en la ciencia política latinoamericana, amigo y maestro de generaciones de políticos ubicados en la izquierda democrática. Su vida estuvo dedicada a promover por diversos medios el cambio social en el Perú.

Franco dedicó estos últimos años de su vida a un estudio sobre la naturaleza de la democracia en la historia. La preocupación era de fondo: se había pasado buena parte de su vida política explorando la posibilidad de una democracia capaz de revolucionar la sociedad peruana, o al menos de aliviar sus injusticias.

Tuvo la esperanza de que cumplidas sus reformas la dictadura velasquista (que ambos apoyamos, de lados contrarios) devolviera el poder de decisión al pueblo, mediante lo que se llamó entonces una democracia participativa. El golpe interno de 1975 reveló los límites de ese proyecto.

Diez años más tarde la victoria electoral del Apra le devolvió a Franco las esperanzas, y lo llevó a asesorar a Alan García en el intento de darle a la democracia un giro a la vez liberal en política y radical en economía. La idea de limitar el pago de una deuda externa agobiante lo entusiasmó; el resultado práctico lo llenó de dudas.

Fue por ese tiempo que empezó a profundizar dos temas centrales en su obra: el carácter del populismo en América Latina y la naturaleza de las transiciones de la dictadura a la democracia formal en el continente. Este último tema lo trató en su libro Acerca del modo de pensar la democracia en América Latina (1998).

En ambos temas sus conclusiones orbitaron en torno del carácter estructural de las trabas históricas a la participación popular. En otras palabras, que el problema de transiciones, sobre todo latinoamericanas, es que siempre llevan de vuelta al pasado, y esto porque sus actores consideran a la política una esfera independiente de la historia.

Acaso su texto más difundido en el país sea Imágenes de la sociedad peruana: la otra modernidad (1991), donde desde la sociología y la cultura define la existencia de un proyecto democrático, nacional y popular, anclado en el mestizaje poscriollo. La identidad como elemento postergado en la política siempre fue una de sus preocupaciones.

Fue Carlos Franco un hombre bondadoso y amable, un espíritu sonriente, lector enciclopédico, conversador eximio y de largo aliento, caminante infatigable. Su obligado apartamiento del mundo en estos últimos años abrumó a sus amigos, y muy temprano privó al país de uno de sus más lúcidos interlocutores.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/observador/carlos-franco-1939-2011-11-12-2011

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Un realista desencantado

Por Martín Tanaka

La República, Lima, 25 de diciembre de 2011

En alguna conferencia hace algunos años, Carlos Franco decía que su vida había sido regida por dos grandes máximas: “un fracaso más qué importa” y “persistir en el error”. En alguno de sus últimos escritos, se refería a su “larga militancia en la internacional de los perdedores”, de la que deducía su posición política, que caracterizaba como un “realismo desencantado”. Esta mirada irónica consigo mismo se entiende a la luz de las apuestas políticas de Franco: apoyó las reformas “participativas” del gobierno de Velasco, luego el populismo tardío del primer gobierno de Alan García, luego pensó que el populismo peruano alumbraría a una modernidad popular verdaderamente nacional; finalmente, se mostraría crítico frente a la democracia como régimen, precisamente porque la configuración “criollo-occidental” del Estado le impediría superar el desafío de representar a ese mundo popular cholo-plebeyo.

Sin embargo, con el tiempo aprendimos que ninguna dictadura puede justificarse, por más progresista que se presente, que el puro voluntarismo político termina en el desastre económico, que la apuesta por la modernidad popular desembocó en la anomia y terminó siendo cooptada por el fujimorismo, cuyo carácter autoritario llevó precisamente a una revalorización de la democracia como régimen político.

Vistas así las cosas, podría pensarse que lo notable de Franco fue su integridad y honestidad política e intelectual; nunca renegó de sus apuestas, se mantuvo fiel a las mismas y asumió sus consecuencias, actitud poco común en un medio más bien habituado a las constantes mudanzas sin mayores justificaciones. Sin embargo, este criterio deja de lado sus importantes aportes intelectuales. Y es que la apuesta por Velasco es consecuencia de una mirada desencarnada de los límites de los intentos de transformación política que parten de lo social o de los actores políticos y de las instituciones convencionales en un país como el nuestro.

Su apuesta por el APRA y por el primer Alan García se fundamentó en una original lectura del marxismo y de su implantación en América Latina, y del papel de Haya y Mariátegui en la construcción de un proyecto nacional y popular, así como en una mirada crítica de la izquierda peruana, sin proyecto propio y siempre a la sombra de la acción de los caudillos (¿no suena familiar y de gran actualidad?). Finalmente, su apuesta por la modernidad popular y su desconfianza frente a la democracia como régimen no hicieron sino llamar tempranamente la atención sobre lo que hoy calificamos de “problemas de inclusión social”, y los déficits de legitimidad de nuestra precaria democracia.

De este modo, si bien las apuestas políticas de Franco terminaron en fracasos, los diagnósticos que las fundamentaron tienen absoluta vigencia y dan cuenta de una personalidad de una originalidad y agudeza excepcionales, una voz crítica muy necesaria en estos tiempos. La extrañaremos.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/columnistas/virtu-e-fortuna/un-realista-desencantado-25-12-2011

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* Foto: La República

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