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viernes, 1 de julio de 2011

PERU: Monumentos y Memoria

El Morro, el Cristo y nuestra esquizofrenia histórica

Por Miguel Rodríguez

Noticias SER, 30/06/2011

El conjunto de cerros conocido como el Morro Solar fue escenario el 13 de enero de 1881, de una de las batallas más sangrientas de la guerra con Chile. La derrota sufrida por las fuerzas patriotas fue el preámbulo de una nueva derrota en Miraflores dos días más tarde y de la ocupación de la ciudad por las tropas del coronel Lynch.

La batalla en el Morro Solar fue particularmente sangrienta porque, a pesar del mayor poder de fuego de los chilenos, los defensores estaban estratégicamente ubicados en la cima y su artillería rechazó con éxito los primeros embates de los ocupantes. A lo largo del día, los restos de las columnas peruanas vencidas en San Juan, se fueron sumando a los defensores del Morro. Los chilenos se vieron obligados a retroceder y hacer una pausa para retomar el ataque una vez que obtuvieron refuerzos. La artillería sembró de muertos y heridos las pendientes pero luego del mediodía la suerte estaba echada. El embate final fue cuerpo a cuerpo. Rodeados por el fuego enemigo, con sus fuerzas diezmadas y agotadas, la división peruana del General Iglesias cede posiciones y se repliega sobre Chorrillos.

En la defensa de Lima participaron junto al Ejército regular, numerosa población civil que integró las milicias y batallones de Reserva. En la memoria colectiva de los habitantes de la Lima de entonces, los sucesos vividos marcaron profundamente estos episodios y convirtieron al Morro Solar durante casi medio siglo en un lugar de peregrinación.

Al año siguiente de la batalla, el italiano Manuel Mazzi junto a un grupo de artesanos realizó una romería al Morro Solar para rendir homenaje a los caídos. En los primeros años de la procesión ésta tuvo como actividad principal el recojo de los restos de los caídos en combate para darles cristiana sepultura. Luego de esta etapa inicial la procesión cívica tuvo lo altibajos que la coyuntura política le impuso, además de desatar disputas entre las instituciones que organizaban y lideraban el ritual cívico.

La construcción del Osario de Miraflores durante el gobierno de Remigio Morales Bermúdez en 1891 cambió el destino de la procesión. En los años siguientes las sociedades mutualistas afines al pierolismo fueron las grandes animadoras de estas y otras actividades organizadas en recordación de la guerra. El 7 de junio de 1905 se inaugura el monumento a Francisco Bolognesi, según los diarios de la época cincuenta mil almas participaron del acto. Ese día también fue establecido por el Estado peruano como el “Día de la Bandera”, un nuevo ritual cívico que obligó a resignificar y dotar de nuevos contenidos a los que ya se celebraban. Para entonces, la procesión de enero había dejado de ser al Osario de Miraflores y se había trasladado a la Cripta de los Héroes en el Cementerio Presbítero Maestro.

La edificación de la Cripta fue una decisión tomada durante el gobierno de José Pardo congregando a los héroes de guerra dispersos en varios cementerios. La Confederación de Artesanos y la Asamblea de Sociedades Unidas fueron las organizadoras de las romerías patrióticas hasta 1914, siendo estos los años cumbre del ritual. Pero el golpe de Estado al presidente Billinghurst, cuya base social estaba constituida por los gremios de artesanos y obreros, junto al auge del anarcosindicalismo, provocaron que a partir de 1915 el mutualismo fuera marginado de la vida pública y su poder de convocatoria entre las clases populares mermara significativamente.

Posterior a esa fecha se producen nuevas modificaciones al recorrido de la procesión. La ojeriza que los nuevos gobernantes le tenían al mutualismo posibilitó retomar el destino de la procesión al Osario de Miraflores, sin embargo, el carácter semi-oficial que comenzaba a adquirir el acto iría mermando su convocatoria.

La última etapa del ritual cívico comenzó durante el gobierno de Leguía (último presidente del Perú que participó en la defensa de Lima), cuando este edifica en el Morro Solar el monumento al Soldado Desconocido en 1921. Una comisión se encargo de recolectar restos humanos en las inmediaciones, los cadáveres fueron sepultados al pie del monumento de la escultura realizada por la Escuela de Artes y Oficios. Desde entonces todos los años se realiza los 13 de enero una ceremonia cívico militar en conmemoración de los caídos. Tres décadas más tardes Manuel Odría haría colocar otro monumento a Manuel Iglesias, quien dirigió la defensa del Morro.

Desde entonces el Morro Solar está en una situación de virtual abandono. La Municipalidad de Chorrillos no ha hecho nada para detener la ocupación de terrenos en las faldas de los cerros. En la década del 90 construyó un Estadio Municipal, conocido por el sobrenombre de “cancha de los muertos”, sobre el terreno que antiguamente fue el cementerio. Tampoco hace nada por cuidar los monumentos que allí existen, antes bien, cobra alquiler por las numerosas antenas que coronan los cerros y hace un par de años autorizó un emprendimiento inmobiliario que violaba la intangibilidad del cerro, declarado monumento histórico en la década del 70. El actual gobierno [de Alan García, 2006-2011] por intermedio del Instituto Nacional de Cultura, lo impidió.

Los cambios en el ritual cívico reflejan la forma en que moldeamos las imágenes de nuestro pasado asignándoles nuevos significados, muchas veces reescribiendo nuestra historia y rehaciendo la memoria colectiva. La instalación del Cristo del Pacífico en el Morro Solar es una muestra del poco respeto que nuestras autoridades tienen por los espacios públicos y el patrimonio histórico y cultural de los peruanos. También lo es de la esquizofrenia, que como señala Paulo Drinot (1), caracteriza la conciencia histórica peruana. En estos días nuestra justicia sentencia a prisión suspendida a un joven chileno que en estado de ebriedad micciona al pie del monumento a Bolognesi en Tacna, y lo obliga a retractarse públicamente. Muchos se indignan y se desgarran las vestiduras con estas ofensas a los símbolos patrios, mientras que al mismo tiempo toleramos que una mala copia de plástico de un Cristo brasilero corone un monumento histórico que es símbolo de la ciudad.

Nota:

1. Paulo Drinot. Historiografía, identidad historiográfica y conciencia histórica en el Perú.

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* Tomado de: http://www.noticiasser.pe/30/06/2011/diario-de-campana/el-morro-el-cristo-y-nuestra-esquizofrenia-historica

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Alan y el Morro: Tres años antes (o después)

Por Raúl Lescano

Revista Ideele, no. 209, Lima, julio 2011

Por más que con Alan García nunca se sabe (y esto es prueba de ello), en el 2008 era difícil imaginar tamaña imposición en el Morro Solar como la que ha realizado al mandar colocar allí el Cristo del Pacífico. En enero de ese año el Presidente decidió presentar un proyecto de ley para establecer la intangibilidad absoluta de ese mismo lugar. El proyecto, que ingresó en el Congreso con carácter de “urgente”, finalmente fue archivado. La intención era apoyar al Instituto Nacional de Cultura (INC) en un conflicto que éste mantenía con la empresa Gremcitel, que reclamaba su derecho como propietaria de una parte del cerro y que pretendía ejecutar allí un proyecto inmobiliario.

En la sesión solemne por el 473.° aniversario de la fundación de Lima [el 18 de enero de 2008], García, erguido frente a los invitados y moviéndose como quien da una clase magistral y dinámica de historia, hizo alarde de su retórica y puso énfasis en el sentido histórico, heroico, cultural y patriótico del “santuario” chorrillano.

Entonces el Morro Solar era el “altar de la patria”, una “reivindicación de esa Lima heroica, de esa hora dramática y apasionada de defensa”; el fin de la decisión era “que ningún interés mercantil destruya su integridad”. Y falta una: el ejemplo que nos dejaba todo aquel simbolismo del lugar era el de “esa gente (los soldados de la Guerra del Pacífico) que nos enseñaron cuándo es necesario rendir la vida y cuándo es necesario posponer el yo frente al colectivo”.

El Presidente ofreció también su respaldo a la gestión de Castañeda, que lo observaba encandilado: “Estamos seguros que trabajando juntos daremos un buen ejemplo […] cuando se deja atrás el partidarismo absurdo y estéril, y cuando se sabe que no es con egoísmo, sino mirando el mismo objetivo que caminan las naciones”. Y sentenció con un cinismo de sus ya conocidas magnitudes: “Abajo todo lo que sea apetito personal, ambición fugaz, oropel del cargo que se recibe”. Tres años después [en 2011], algunos de esos versos han encontrado otra lógica para ser útiles, otros han sufrido un cambio dramático en sus significados, y el resto han sido, simplemente, olvidados.

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(*) Continua en: http://www.revistaideele.com/node/1057

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La traición

Por Antonio Zapata

La República, Lima, miércoles, 22/06/2011

Un reciente libro del historiador y diplomático Hugo Pereyra (*) plantea el tema del colaboracionismo en el contexto de la Guerra del Pacífico. El sentido común de muchos compatriotas plantea que el Perú habría perdido porque dentro de nuestras filas hubo quienes prefirieron aliarse con los chilenos antes que formar un frente único nacional. La conocida frase “antes los chilenos que Piérola” forma parte de esta tradición intelectual, en la que la traición sería esencial entre los peruanos.

En alguna ocasión, esa acusación se blande contra casi todos los protagonistas. Se enjuicia a Piérola por haber defendido pobremente la capital; a los civilistas por haberse opuesto al tributo para financiar la guerra; aunque los traidores por excelencia son los seguidores de Miguel Iglesias, quien firmó el Tratado de Ancón en 1883, por el cual Perú se rindió ante Chile y aceptó la amputación territorial.

Pereyra escribe cortas biografías del personal político que acompañó a Iglesias. De ese modo, articula ideas sobre las circunstancias e ideas de estos hombres. Visto el conjunto, se evidencia una situación muy peruana, altamente ambigua y difícil de interpretar. Aunque Pereyra titula esa sección como “colaboracionismo”, los hechos que presenta justifican un análisis complejo.

Por un lado, Iglesias y los suyos habían pertenecido al partido de Piérola. Abandonaron a su antiguo jefe para adoptar el bando de la paz desde 1882. Habiendo aceptado rendirse, Iglesias fue bien visto por Chile, que se apresuró en reconocerlo como presidente del Perú. Además, cuando Cáceres cruzó al norte y fue batido en Huamachuco, algunos hombres de Iglesias colaboraron con los chilenos, abriéndoles paso con vituallas y contactos. De esta manera, en la conducta de estas personas se encuentra motivos para que la palabra traición se aplique sin demasiada exageración.

Por su lado, Iglesias escribió el manifiesto del Montán, en el que plantea que la resistencia estaba llevando a la destrucción del Perú. Se obtenía pequeñas victorias en incursiones guerrilleras, que eran seguidas por represiones muy destructivas. ¿Cómo quedó Concepción luego de la victoria contra la retaguardia chilena? Incendiado y completamente destruido, todos los habitantes que fueron hallados ahí fueron degollados. ¿De qué valía?

El razonamiento de los hombres del Montán era que la ocupación chilena estaba destruyendo al Perú; se traducía en cupos que empobrecían a las poblaciones, destrucción de la propiedad pública y deportación de peruanos al cautiverio en Chile, empezando por el presidente de la República. Así, para salvarnos era necesario que los chilenos regresaran a su país. Para ello era imprescindible aceptar la derrota y pagar el amargo precio de la pérdida de dos provincias. Puesto de esta manera, Iglesias y los suyos no parecen agentes del enemigo sino peruanos pragmáticos y desilusionados.

En efecto, el canciller que firmó Ancón fue José Antonio de Lavalle, quien escribió una carta a Iglesias refiriéndose al hecho fundamental en sus vidas. Ambos habían perdido un hijo en la defensa de Lima y sostenía el canciller que “quien ha ofrecido un hijo a la patria no teme darle su carrera política”. En efecto, los hombres del Montán eran conscientes de su sacrificio. Ninguno lucró con los hechos, todos murieron deshonrados, alguno asesinado, Iglesias mismo exiliado y Lavalle olvidado.

Pasados 130 años, el libro de Pereyra pone en agenda un tema cardinal para la tradición peruana. Cómo reconciliarnos y dejar de pensar en la discrepancia como traición. Así, la cuestión abierta por Pereyra es: ¿Iglesias merece ser trasladado al panteón de los héroes o seguir siendo tratado como traidor en los textos escolares?

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(*) Hugo Pereyra Plasencia.
Trabajos sobre la Guerra del Pacífico y otros estudios de historia e historiografía peruanas.
Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva-Agüero, 2011.

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* Tomado de: http://www.larepublica.pe/22-06-2011/la-traicion

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