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domingo, 2 de enero de 2011

2011 - El año que debió ser de Arguedas

Año de José María Arguedas

Por Rocío Silva Santisteban

La República, Lima, Domingo, 02/01/2011

"Estoy luchando con tremendo esfuerzo y me siento perplejo por dentro. No sé adónde iré a parar. Lo que me sostiene es mi fervor por el Perú". Esas fueron las palabras que envió José María Arguedas a su psicoanalista Lola Hoffman en una carta desesperada fechada en marzo de 1967. Un año después, acumulando frustraciones y agobiado por un cansancio existencial, Arguedas escribía su última carta, una carta colectiva a los miembros de su “casa de estudios”, en la que se encuentran las siguientes líneas: “Todo cuanto he hecho mientras tuve energías pertenece al campo ilimitado de la universidad y sobre todo al desinterés y la devoción por el Perú y el ser humano”.

El amor al Perú. ¿Qué es para nosotros el amor al Perú?, ¿qué sentido tuvo para Arguedas el amor al Perú? Fue un amor prístino, transparente, un amor al olor de la tierra, al viejo campesino surcado de arrugas del cual podía enamorarse, un amor de niño, un warma kuyay como el que sintió por el becerrito que latigueó el Kutu, un amor sin límites que, sin embargo, no pudo darle ese “temple de vida” que requería para seguir respirando. Por supuesto que no era un amor a la bandera y a los símbolos patrios, sentimientos vacuos que algunos utilizan incluso como justificación de asesinatos. El de Arguedas fue un amor de otra índole, una sensación de pertenencia a los rincones más oscuros de nuestro país: a la sentina de la cárcel de El Sexto donde también encontró humanidad, o a la belleza de esos ríos profundos que separan en dos una comarca; por eso en esa misma carta termina diciendo: “He vivido atento a los latidos de nuestro país”.

Lamentablemente los latidos del país nunca estuvieron atentos a José María Arguedas. ¿Qué billete ha llevado su rostro?, ¿qué estatua de homenaje se ha levantado en un lugar céntrico de la capital?, y lo que es peor, ¿qué edición popular ha impreso el gobierno peruano para difundir su obra? Ninguna. (El Congreso ha editado una antología pero no es de divulgación popular). Es cierto que el mejor homenaje es leerlo, pero –a los cien años de su nacimiento– quedaría como un deber del país darle a Arguedas, por ese amor que nos enseña en cada una de sus letras, un vuelto de todo esto. Una nada. Una casi nada. Declarar el 2011 como “Año de José María Arguedas” sea quizás una decisión fatua y burocrática y puede ser que no sirva de nada; pero sí como un símbolo que permita a los niños que asisten a las escuelas más alejadas de Yuyungo o Puquio interesarse por este “gringacho”, que ha sabido silbar y cantar y escribir tomándole el pulso a la alegría y el dolor de ser peruano.

El Ministerio de Cultura, según su página web, está gestionando ediciones de sus novelas y sobre todo de su obra antropológica aún inédita, concursos de danzas y de artesanías en homenaje al escritor, y el bautizo de un tramo de la carretera Nazca-Urcos con su nombre. Esperamos que realmente todo esto se lleve a cabo en un año de cambios ministeriales. Pero, sobre todo, recordemos lo que dijo el mismo José María en su Último Diario: “Me gustan, hermanos, las ceremonias honradas. No las fantochadas del carajo”.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/02-01-2011/ano-de-jose-maria-arguedas

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Arguedas y el año de la mezquindad gubernamental

Por Javier Torres Seoane

Diario 16, Lima, martes 4 de enero de 2011

Desde hace casi cincuenta años en el Perú existe la costumbre de que los años tengan una denominación oficial, que encabeza toda comunicación hecha por o dirigida a los organismos públicos. Normalmente los ‘nombres’ de los años han sido expresión de los deseos del gobierno de turno como la Consolidación Democrática, la Unidad Nacional, la Reforestación o la Modernización Educativa. Pero, en ocasiones se ha optado por celebrar a una personalidad notable de nuestra historia; así, Basadre, Vallejo, Daniel Alcides Carrión, Raimondi, Bolívar, el Inca Garcilaso, Sánchez Carrión, Santa Rosa, Túpac Amaru y Micaela Bastidas tuvieron su año.

Para muchos esta costumbre es absurda y debería ser eliminada, pero vale la pena detenerse en la denominación que el gobierno aprista ha dado a su año de despedida, luego de desechar la absurda recomendación del Congreso de celebrar los 100 años de los submarinos en el Perú, así como dejar de lado la celebración del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas, propuesta respaldada por uno de sus grandes lectores y críticos: el Nobel Mario Vargas Llosa.

El gobierno optó por celebrar el “Año del Centenario de Machu Picchu para el mundo” que no es otra cosa que recordar el ‘descubrimiento’ en 1911 de la ciudadela inca por el polémico expedicionario norteamericano Hiram Bingham. No debe sorprender que un gobierno tan preocupado por la generación de divisas haya decidido conmemorar a nuestra mayor atracción turística que, sin duda, es uno de los lugares más hermosos de nuestro país.

Sin embargo, es penoso que el mismo gobierno que creó el Ministerio de Cultura, conducido por un destacado antropólogo, haya sido incapaz de reconocer el inmenso aporte que José María Arguedas hizo a la cultura peruana, tanto a través de la literatura con novelas como Los Ríos Profundos o Todas las Sangres -que la intelectualidad de su época no logró comprender-, así como a través de su trabajo antropológico que puso en cuestión al indigenismo al mostrar las similitudes entre Las comunidades de España y del Perú; y también, en su rol de animador cultural en diversas instituciones públicas donde promovió la revaloración del folklore y el arte popular.

Quizás la mezquindad gubernamental se deba a las duras palabras que Arguedas dedicó al aprismo en Todas las Sangres, o quizá, simplemente, a que el Presidente García considere que la obra de Arguedas no contribuye a “fortalecer el entusiasmo” sobre el cual tanto pregona.

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Tomado de: http://www.diario16.com.pe/post-columnista.php?id=271&columnista=6

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En Construcción

Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 04/01/2011

A Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, se le atribuye una frase muy expresiva: “¡Cuando escucho la palabra cultura saco mi pistola!”. Más cercanamente, en la salita del SIN, el 26/11/1999, en una reunión en la que conspiraban Vladimiro Montesinos, Carlos Boloña, los jefes del ejército, la marina y la aviación y los propietarios de Frecuencia Latina, para asegurar la reelección de Alberto Fujimori, uno de los hermanos Winter (Samuel o Mendel, la transcripción no individualiza al responsable) definió el papel que debía cumplir la TV con una claridad meridiana: la televisión debe dar información y entretenimiento pero de ninguna manera brindar cultura. Los resultados de esa agenda son la prensa y la TV basura, diseñadas para mantener a los lectores y espectadores pendientes de los chismes de la farándula y ávidos de su cuota de ampays y reality shows. Mientras los de abajo estén así enganchados, los promotores de esta bazofia podrán saquear cómodamente el erario público y utilizar el poder al que han llegado con los votos del pueblo para servir los intereses de quienes tengan el dinero para pagar sus servicios.

La aversión de ciertos políticos hacia la cultura es por eso natural: un pueblo al que se mantiene en la ignorancia es fácilmente manipulable, mientras que un pueblo culto está preparado para ejercer sus derechos ciudadanos. De hecho, solo existe una verdadera democracia allí donde existe una ciudadanía informada, capaz de ejercer control sobre aquellos a quienes ha delegado el poder. Quienes quieren ejercer el poder en contra de los intereses de las mayorías tienen que asegurarse de que estas se mantengan alejadas de los temas trascendentes, y por eso debe alimentarse una sensibilidad popular adicta a la basura.

Para cualquier propuesta política que de verdad se proponga construir un país para todos la cultura tiene que ser una prioridad fundamental. La cultura figura en los discursos electorales pero no es una real prioridad para los políticos que nos gobiernan: basta ver cuánto se destina del presupuesto nacional al fomento de la creación artística y científica o a poner en valor las grandes obras que nos han legado nuestros antepasados. Para el neoliberalismo la cultura solo es útil si produce utilidades (vendiendo turismo, por ejemplo), pero no tiene valor por sí misma, por su papel en la forja de seres humanos integrales.

El distanciamiento entre política y cultura tiene diversas causas. Por una parte, el sistema electoral favorece pensar en el corto plazo y los frutos que puede aportar la inversión en la cultura no se ajustan a este cronograma. Por lo general los políticos tienen como prioridad personal mantenerse electoralmente vigentes y por eso apuestan a proyectos que brinden resultados inmediatos, que de ninguna manera rebasen el mágico margen de los 5 años que separan una elección de la siguiente. Colabora también a este resultado la ignorancia de muchos políticos. Tenemos parlamentarios que creen que Mario Vargas Llosa ha escrito Los perros hambrientos, como afirmó José Urquizo, o Ña Catita, como sostuvo Rosa Florián. Es iluso esperar que entiendan de qué se habla cuando se reivindica la promoción cultural como una misión fundamental del Estado.

Este 2011 –más exactamente, en dos semanas– se conmemora el centenario del nacimiento de José María Arguedas, una oportunidad inmejorable para poner estos temas en debate. La mezquindad de Alan García ha impedido que el Estado consagre –como debió ser– este año a su memoria. Homenajear a Arguedas no le iba a ganar a García la atención que anhela, mientras que poner los reflectores sobre la recuperación de las piezas arqueológicas de Machu Picchu, que retenía la U. de Yale, puede convertirlo en el muerto del velorio; prepárense para ver las primeras planas que le brindará la prensa ayayera.

No hay nada nuevo bajo el sol: hasta aquí García fanfarroneaba afirmando que, aunque no puede lograr que sea presidente quien él quiere, sí puede impedir que lo sea quien él no quiere. Ahora podrá añadir que puede impedir que se homenajee a quien él no quiere. Por suerte el genio de Arguedas está por encima de semejante cicatería.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/04-01-2011/en-construccion

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