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sábado, 17 de julio de 2010

PERU - Elecciones municipales-regionales 2010

Fiesta democrática o carnaval electoral

Por Alberto Adrianzén M.

La República, Lima, sábado, 10/07/2010

En realidad, uno no sabe si las próximas elecciones regionales y locales serán una fiesta democrática o, más bien, un carnaval electoral, por lo tumultuoso, incluido los disfraces y las máscaras.

Este año, según una nota de prensa del JNE (7/7/10), el número total de listas inscritas es mayor a la elección anterior. Las mismas ascienden –si se suman las inscritas en los ámbitos regionales, provinciales y locales– a 14,270. En las elecciones del 2006, su número llegó a 13,541, y en los comicios de 2002 a 15,134.

Sin embargo, hay algunas diferencias. Las listas provinciales este año (1,889) son mayores a las del 2002 (1,768) y del 2006 (1,654); las listas distritales este año (12,044) son menores al 2002 (13,144), pero mayores al 2006 (11,662). El salto se ha dado en las listas regionales. Estas se mantuvieron casi iguales entre el 2002 (222) y el 2006 (225), para alcanzar este año una cifra récord: 337. El aumento fue de un casi 50%. En los ámbitos provinciales y distritales el incremento de listas ha sido bastante menor: mientras que en el primero fue del 14%, en el segundo fue apenas del 3,2%. Finalmente, los departamentos de Áncash y Junín ocupan el primer lugar con la mayor cantidad de listas regionales: 27 en cada uno de ellos. Le siguen Tacna con 20 y Puno con 19.

Una primera explicación del por qué aumentan las listas regionales podría ser la siguiente: en regiones con mayores ingresos como consecuencia del canon, hay más listas. Ello se observa en Áncash, Junín, Cusco, Cajamarca, Tacna y Arequipa. A ello hay que sumarle la existencia, por primera vez, de la segunda vuelta en las elecciones regionales que opera como un factor clave en el incremento de listas. Por eso no es extraño que en otras regiones sin canon, haya también un número importante de listas: Puno, Tumbes, Ica, Lambayeque.

La otra explicación, que es complementaria a la anterior, es la débil implantación o, simplemente, el fracaso de los partidos nacionales en las regiones. En las elecciones del 2002, 18 presidencias regionales estuvieron en manos de partidos que tenían representación congresal o alcance nacional. En el 2006, esa cifra bajó a 4. Ese año, los partidos fueron reemplazados por los movimientos regionales que anunciaban nuevas formas de representación política.

Sin embargo, hoy sabemos que ello no fue así. Los movimientos regionales, salvo excepciones, han mostrado serias limitaciones que no solo se vinculan con la gestión del gobierno sino también con un proceso de descentralización que termina, por estar sujeto al control y a una permanente negociación con el centralismo, clientelizándolos e impidiendo su conversión en nuevos partidos políticos nacionales. Su relación radial con el centro (el famoso triángulo sin base) y su dificultad para unirse son expresión de ello.

Una encuesta nacional de Ipsos-Apoyo en febrero de este año, mostraba que un 81% de los encuestados no se sentían representados por ningún partido. Sin embargo, el drama era aún más grave ya que un 48% afirmaba que en su distrito había una sede de un partido político. La crisis de representatividad no es entonces porque los partidos estén ausentes en la sociedad sino más bien porque están presentes en ella. Los actuales partidos realmente existentes, al preocuparse más por sus propios intereses y al convertirse en maquinarias electorales aideológicas, como lo demuestra el transfuguismo en estas elecciones, son el problema y no la solución.

Por lo tanto, ni los llamados partidos nacionales ni los movimientos regionales son hoy día una alternativa política a la crisis de representación. Y si a todo ello le sumamos la pobreza, el papel político de los medios y de sus personajes, lo más probable es que estemos no solo frente a una gigantesca crisis de representación sino también a una mutación de la misma.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/disidencias/10/07/2010/fiesta-democratica-o-carnaval-electoral

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Fragmentación: ¿deberíamos sorprendernos?

Por Martín Tanaka

Según la información preliminar respecto a la inscripción de listas para las elecciones regionales y municipales de octubre, tenemos un notorio aumento en los niveles de fragmentación política en el plano regional: pasamos de 225 listas a 337, un aumento del 50%, con un promedio de 13 listas por región. En el plano provincial y distrital el aumento en el número de listas ha sido de 14 y 3% respectivamente, dejando un promedio de 9.7 listas por provincia y 6.6 por distrito. Además, tenemos evidencia de que la enorme mayoría de listas son altamente personalistas e improvisadas, y que no tienen propuestas ni impulsan proyectos de desarrollo regional o local.

Quiero llamar la atención sobre el hecho de que esta realidad es la consecuencia lógica de los estímulos establecidos por nuestro sistema político, que ha generado la fragmentación tanto vertical como horizontal de nuestro precario sistema de representación: no se articulan los espacios nacionales, regionales y locales, y tampoco los espacios regionales, provinciales y locales entre sí. Tenemos un Congreso que representa a los departamentos del país, y no existe un ámbito de representación ubicado en el ámbito regional (resultante de la integración de departamentos) o nacional propiamente dicho. Lo “nacional” suele identificarse con lo “limeño”, y lo “provinciano” queda librado a los particularismos locales.

En los departamentos no hay ningún incentivo para pensar en regiones propiamente dichas, y ni siquiera se piensa el departamento como integridad; prima una visión en la que tenemos más bien una suma de provincias, cuestión agravada porque la conformación de los consejos regionales ahora se define en circunscripciones provinciales uninominales. Esta personalización del voto terminará de debilitar cualquier esfuerzo por construir movimientos regionales con un mínimo de coherencia y visión de conjunto.

Frente a este panorama, ¿qué hacer? Hace rato que deberíamos ponernos de acuerdo sobre la urgencia de implementar una reforma que busque combatir consecuentemente la fragmentación política, en sus dos dimensiones. La lógica es que los requisitos para inscribirse y tener derecho a representación sean mucho más exigentes, y mucho más expeditivos los mecanismos para perder el registro cuando no se cuenta con respaldo ciudadano; al mismo tiempo, se debe promover la articulación entre lo nacional, regional y local, no su separación, como sucede en esta elección.

Hoy tenemos 27 partidos inscritos, que abandonan los espacios regionales y locales; claramente deberíamos tener menos, y con raíces en las regiones y localidades. Al mismo tiempo, los movimientos regionales deberían tener asentamiento en más de un departamento, y en todas las provincias de los mismos; del mismo modo, las organizaciones locales provinciales deberían cubrir más de una provincia, y todos los distritos dentro de estas.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/virtu-e-fortuna/11/07/2010/fragmentacion-deberiamos-sorprendernos

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Fragmentación: ¿deberíamos sorprendernos? (2)

Por Martín Tanaka

Continúo con reflexiones iniciadas la semana pasada, sobre los altos niveles de fragmentación política en el país, a propósito del aumento de candidaturas inscritas para las elecciones regionales y municipales.

Ciertamente se trata de un indicador preliminar: están por definirse tachas e impugnaciones que reducirán el número de candidatos. Además, esta proliferación no sería un problema si tuviéramos un sistema de partidos, con organizaciones capaces de generar lealtades e identificaciones estables, con lo que el número efectivo de partidos (los verdaderamente relevantes) no sería tan alto. Pero al no tener un sistema de partidos en sentido estricto, la proliferación de candidaturas es parte del subdesarrollo político en el que vivimos, marcado por la improvisación, el oportunismo, el control del espacio público por intereses particularistas.

Promover la “renovación” no sería un problema si tuviéramos un sistema político cerrado, un establishment que se resiste a ser desplazado; nuestro problema, por el contrario, es no poder consolidar un sistema mínimamente previsible, lo que se expresa, por ejemplo, en nuestros altísimos niveles de volatilidad electoral y nuestra muy baja tasa de reelección legislativa.

Decía la semana pasada que no deberíamos sorprendernos por la fragmentación política, porque nuestro sistema electoral claramente la promueve: no se filtra a partidos nacionales no representativos (¿tiene sentido tener 27 partidos nacionales inscritos?), en el plano subnacional se incentiva conformar movimientos regionales, no articularse a algún partido nacional (sigue siendo mucho más fácil armar tienda propia y evitar negociar con los partidos); y, dada la proliferación de listas de partidos y movimientos regionales, desde las provincias y distritos resulta muy fácil obtener el auspicio de alguna de ellas sin mayor compromiso a cambio, con lo que la fidelidad o coherencia es prácticamente nula.

De otro lado, esta fragmentación es consecuencia de una lógica muy arraigada en el funcionamiento del Estado: la de asignar recursos y crear oportunidades sobre la base de las entidades territoriales. Desde los inicios de la República, la creación de ciudades, distritos y provincias ha implicado el acceso al presupuesto público y a los servicios del Estado, de allí que una vieja aspiración de las poblaciones en nuestro país sea lograr el estatus de centro poblado, distrito o provincia.

No se incentiva la articulación de espacios, sino la competencia entre ellos; la última iniciativa en este sentido ha sido la creación del canon, que explica las rivalidades entre departamentos, provincias y distritos, así como entre los centros poblados y núcleos urbanos principales en los distritos y provincias. El Estado debería asignar recursos en función de las necesidades de la población, no de la jerarquía política de las entidades territoriales.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/virtu-e-fortuna/18/07/2010/fragmentacion-deberiamos-sorprendernos-2

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Híper fragmentación

Por Antonio Zapata

La República, Lima, miércoles, 14/07/2010

La inscripción de las listas para las elecciones municipales y regionales ha dejado un saldo negativo. El número de postulantes es superior a cualquier otra elección, no obstante que ya veníamos teniendo cantidades elevadas en las últimas contiendas. Esta profusión de postulantes evidencia una fuerte apetencia por los cargos y plantea graves problemas para la gobernabilidad futura de los espacios subnacionales. ¿Cuáles son las fuerzas motrices de esta fragmentación de listas?

En primer lugar, la gran cantidad de partidos nacionales, que funcionan como vehículo para inscribir candidatos muy distintos. En un artículo de próxima aparición en Desco, Marisa Remy sostiene que no son tantas las listas independientes, sino una excesiva cantidad de partidos nacionales, que reclutan postulantes a última hora en cada circunscripción. Los partidos carecen de estructura nacional, pero en tiempo electoral sacan de la nada candidatos variopintos.

Pero, por qué esta apetencia por cargos, que se expresa en una multitud de partidos concebidos como “vientres de alquiler”. Obviamente, el punto de partida son los presupuestos. En el Perú, éstos provienen básicamente de transferencias y no de recaudación propia. Como somos un país rentista, vivimos de los impuestos de exportación y no de la tributación a la renta, que obligue a los ciudadanos por igual. Por eso, a nadie le importa tanto qué se hace con el dinero público. Como no viene del bolsillo de uno, se registra una baja fiscalización. Se entiende mejor el dicho, “que robe pero que haga”. Como lo robado es ajeno, al ciudadano de a pie no le importa, con tal que deje algo para el barrio.

Por eso mismo hay una elevada corrupción. El Estado es un botín porque su dinero es de nadie, proviene de transferencias y no encuentra quién lo proteja. Así, tenemos millones de candidatos porque saben la cercanía a un arca abierta.

Por otro lado, esa elevada profusión de candidatos afecta seriamente la gobernabilidad de los espacios locales. No hay agregación sino dispersión. Además, no hay intereses nacionales que se expresan localmente, sino que priman los grupos de poder de base estrecha y personal. Por ello, han reaparecido los caciques de la política. En cada circunscripción dominan círculos organizados a través de personas que defienden su fuero con alevosía. Por ejemplo, el famoso alcalde de San Juan de Lurigancho, que ha chocado malamente con todos, tanto con sus rivales, como con su misma candidata provincial, cuando él estaba con Kouri y aún no se había pasado de lado.

Los puntos de apoyo de los liderazgos locales son frágiles y emergen autoridades poco representativas. Ellas se defienden con las uñas contra toda competencia y pelean constantemente entre sí. El alcalde distrital versus el provincial y éste contra el presidente regional. El sistema no estimula la suma, sino la división.

Pero el Perú no es un país derrotado. Dentro de la clase política aún se halla gente honesta y comprometida. Están en variadas tiendas y sin embargo la ciudadanía puede identificarlos. La regla para conocerlos es no escuchar las promesas que todos repiten, sino mirar sus manos. ¿Qué han hecho y cómo ha sido su conducta previa? Si han robado, volverán a hacerlo y en mayores volúmenes. Si por el contrario, han llegado a posiciones de poder procediendo en forma correcta, pues ofrecen garantía.

La clase política peruana es muy heterogénea, hay de todo y el fondo es poco nítido, al hallarse bastante revuelto. Por ello, quien debe distinguir es la ciudadanía, que afortunadamente posee suficiente experiencia para hallar la línea divisoria fundamental entre corrupción y honestidad. Mi voto es por Susana Villarán.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/sucedio/14/07/2010/hiper-fragmentacion

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