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lunes, 28 de diciembre de 2009

APRA - Manrique - Tanaka - 2009

¡Usted fue aprista! de Nelson Manrique


Por Martín Tanaka

La República, Lima, domingo 22 de noviembre de 2009.

Apareció el libro ¡Usted fue aprista! Bases para una historia crítica del APRA (Fondo Editorial PUCP-CLACSO, 2009) de Nelson Manrique. Se trata de un libro sólido, de lectura imprescindible, y sin duda será una referencia obligada para cualquier interesado en el APRA y en la historia del siglo XX peruano.

¿Cómo abordar una historia del APRA evitando caer en la hagiografía o la diatriba?, se pregunta el autor, quien se propone tener “una actitud reflexiva, alejada de las descalificaciones fáciles. Siempre la mejor opción es tratar de entender a los protagonistas dentro de la trama de relaciones sociales que les preexistían y que fueron el marco –y el límite– dentro del cual podían actuar” (p. 7-8).

Según Manrique, esa “trama de relaciones” estaría compuesta por un entrecruzamiento de elementos oligárquicos, imperialistas y capitalistas frente a los cuales Haya insurgió legítimamente en los años 20. Sin embargo, desde tan temprano como 1931 el fundador del APRA habría iniciado un proceso de “derechización” que alejaría al partido de la representación de los sectores populares, impidiendo la modernización del país y generando una creciente brecha entre sociedad y Estado que padeceríamos hasta nuestros días.

Desde el título, Manrique parece reprocharle a Haya esa derechización, sin intentar entender su lógica. La sola sobrevivencia del APRA como el partido más importante del país, ¿no plantea que hubo cierta racionalidad en esas decisiones? No me parece que la línea de lectura del autor sea fiel al criterio de “tratar de entender a los protagonistas dentro de la trama de relaciones sociales ... dentro de (las cuales) podían actuar”.

¿Existe un mejor ángulo para evaluar el desempeño de Haya y del APRA? Pienso que el mejor es un enfoque comparado. El APRA es la manifestación peruana de un fenómeno latinoamericano, el populismo. Manrique se refiere en diversos momentos al peronismo, al MNR boliviano, al varguismo en Brasil, pero no explora comparaciones.

Comparativamente, las que aparecen como indefiniciones y traiciones resultan manifestaciones típicas del populismo: como señalara recientemente Marcos Novaro refiriéndose al peronismo, “se presenta como una barrera contra el comunismo y la radicalización gremial frente a las clases medias y el empresariado, y como el mejor canal para satisfacer los intereses del pueblo y de los trabajadores frente a sus bases populares... asediado por quienes le reclaman orden tanto como por los que le reclaman cambios más auténticos”.

Al mismo tiempo, este “camaleonismo” es lo que explica la vitalidad y vigencia del populismo. Puede asumir una forma radical revolucionaria, como neoliberal y conservadora, según las circunstancias. En medio de esas transformaciones algunos se mantienen vigentes, como el APRA, el justicialismo o el PRI en México, y otros declinan, como el MNR o AD en Venezuela. Explicar esa diferencia es la clave.

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¡Usted fue populista!


Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 24 de noviembre de 2009.

En una reseña de mi libro (“¡Usted fue aprista!, LR, 22/11/09) Martín Tanaka plantea algunas observaciones polémicas. No tenemos tradición de debate académico y por eso agradezco especialmente sus comentarios. Martín considera que no he sido fiel a mi propósito declarado de “tratar de entender a los protagonistas dentro de la trama de relaciones sociales que les preexistían y que fueron el marco –y el límite– dentro del cual podían actuar”. Considera que le reprocho a Haya, “desde el título”, su derechización, sin intentar entender su lógica, que resultaría validada por la supervivencia del APRA y su conversión en el partido más importante del país. Siempre siguiendo a Martín, el “camaleonismo” aprista (el adjetivo es suyo), explicaría su vitalidad y vigencia, algo esperable, porque acomodarse a los vientos es un rasgo típico del populismo latinoamericano.

Martín propone un enfoque comparativo como una mejor entrada para analizar el comportamiento político del Apra: “El APRA es la manifestación peruana de un fenómeno latinoamericano, el populismo ... Comparativamente, las que aparecen como indefiniciones y traiciones resultan manifestaciones típicas del populismo”.

Un primer problema deriva de lo problemático que es el término “populismo”. Como Ernesto Laclau (La razón populista. México: FCE, 2005) ha subrayado, el término ha sido utilizado tanto y de tan diversas maneras que resulta muy difícil ponerse de acuerdo acerca de qué estamos hablando. Que Leguía, Haya, Bustamante y Rivero, Belaunde y Velasco –para sólo referirnos a nuestra propia historia política– puedan ser caracterizados como “populistas” es expresivo de esta dificultad.

En segundo lugar, en un tema como este el recurso a la historia comparada es útil como herramienta auxiliar, pero no como la opción principal. Si se trata de entender las decisiones de una persona, o una organización social, o política, primariamente las razones hay que buscarlas en procesos y fuerzas internos y sólo secundariamente en los externos. El método comparativo permite construir categorías útiles para el análisis a través de un razonamiento inductivo: si este conjunto de partidos tienen en común comportamientos que “aparecen como indefiniciones y traiciones”, puedo agruparlos bajo una misma categoría: populismo, por ejemplo. Pero no puedo realizar el camino inverso: asumiendo que el Apra es efectivamente “populista” deducir de aquí que éste va a realizar virajes que “aparecen como indefiniciones y traiciones”.

El objetivo de mi texto no es, por cierto, reprochar a Haya su derechización; no dedicaría tanta energía a un objetivo tan minúsculo. Mi propósito es otro: tratar de entender las tensiones que tuvo que encarar a lo largo de su vida política y la manera cómo lo hizo. Por ejemplo, cómo concilió las demandas de las bases radicales apristas, provenientes de la tradición anarquista, que creían que el partido iba a hacer la revolución, con una estrategia política basada en el juego electoral como el camino para llegar al poder, algo que se planteó tan tempranamente como en 1928, cuando Haya trataba de ser candidato presidencial mientras que las bases partidarias esperaban que el partido asaltara el poder.

La valoración del éxito o fracaso de un personaje como Haya debiera hacerse partiendo de los objetivos que se propuso. Los grandes virajes del Apra no se realizaron para “asegurar la supervivencia del partido”, en momentos de crisis, sino en coyunturas de claro ascenso popular. Sucedió en mayo de 1945, cuando el Apra estaba a punto de incorporarse al sistema político legal y Haya envió el mensaje a la oligarquía de que no quería “quitarle la riqueza al que la tiene sino crearla para el que no la tiene”.

Volvió a suceder en 1956, 1962 y 1963, cuando se concretó la alianza con la oligarquía. Se trataba pues no de “salvar al partido” sino de llegar al poder. Y el poder le fue esquivo a Haya hasta el final. Lo que fue de su legado político a su muerte queda ilustrado por la sumisión del Apra de García a la Constitución fujimorista de 1993, repudiando la de 1979, que Haya elaboró, y que caracterizó como “una Constitución para el siglo XXI”.

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Ver: http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/24/11/2009/usted-fue-populista

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¿Inconsecuencia o aprendizaje democrático?

Por Martín Tanaka

La República, Lima, domingo 29 de noviembre de 2009.

El martes pasado Nelson Manrique tuvo la generosidad de responder a mi última columna, dedicada a su importante libro, ¡Usted fue aprista! Bases para una historia crítica del APRA, que será presentado en la Feria del Libro mañana lunes a las 7 pm. Un libro como el de Manrique, así como su respuesta última plantea muchos temas de debate y conversación, imposibles de abordar aquí. Sí comento algunos asuntos que me parecen centrales y de interés para los lectores.

La respuesta de Manrique resalta, entre otras cosas, la tensión que enfrentó Haya al tener de un lado “bases radicales... que creían que el partido iba a hacer la revolución”, y del otro “una estrategia política basada en el juego electoral como el camino para llegar al poder, algo que se planteó tan tempranamente como en 1928...”. Esta apuesta por lo electoral, dice Manrique, se dio sistemáticamente, en 1945, 1956, 1962 y 1963. Haya trató de llegar al poder, y para ello creyó necesario pactar con la oligarquía.

Esta estrategia, que dejó de lado los postulados previos a 1928, son vistos negativamente por Manrique, de allí que concluya haciendo un símil entre la relación de Haya con la oligarquía y la “sumisión” de García a la Constitución de 1993, “repudiando” la de 1979.

Estoy de acuerdo con Manrique cuando dice que lo interesante es tratar de entender las tensiones que enfrentó Haya y cómo las resolvió; la cuestión es, nuevamente, desde qué ángulo evaluamos las cosas. Manrique parece querer resaltar los problemas resultantes del abandono de los ideales revolucionarios originales y la opción por un camino electoral. Me pregunto qué pasaría si pensamos lo mismo como un complejo, difícil y trunco proceso de desarrollo de una comunidad política democrática.

Vistas las cosas así, a pesar de que Haya desde 1945 sostuvo que no quería “quitarle la riqueza al que la tiene sino crearla para el que no la tiene”, no logró superar el veto de la oligarquía y los militares. Cuando finalmente se logró tener una arena política sin exclusiones en 1962 y 1963, ya el APRA había perdido posiciones en su flanco izquierdo; y cuando Haya pudo ser presidente en 1969, nuevamente una intervención militar lo impidió, aunque esta vez una dictadura de izquierda.

Si miramos la conducta de Haya no desde la inconsecuencia revolucionaria, sino a la luz de los procesos truncos de aparición de una comunidad democrática, la estrategia del APRA, de abandono de estrategias insurreccionales por vías electorales y búsqueda de acuerdos políticos con sus adversarios, no resulta negativa. Es más, la derechización del APRA permitió la aparición de otros partidos, como Acción Popular y las izquierdas. Los problemas aparecen en otras partes: en la apuesta autoritaria de la oligarquía, en la ausencia de partidos democráticos conservadores de masas, en la tradición militar golpista, en la falta de compromiso democrático en nuestras elites.

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Ver: http://www.larepublica.pe/virtu-e-fortuna/29/11/2009/inconsecuencia-o-aprendizaje-democratico

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Haya, entre las balas y los votos

Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 1ro de diciembre de 2009.

En un nuevo comentario, que agradezco, Martín Tanaka opone a mi juicio negativo sobre Haya de la Torre por el “abandono de los ideales revolucionarios originales” una evaluación positiva: “Si miramos la conducta de Haya no desde la inconsecuencia revolucionaria, sino a la luz de los procesos truncos de aparición de una comunidad democrática, la estrategia del APRA, de abandono de estrategias insurreccionales por vías electorales y búsqueda de acuerdos políticos con sus adversarios, no resulta negativa” (“¿Inconsecuencia o aprendizaje democrático?” LR, 29/11/2009).

Que yo reprochara a Haya su “inconsecuencia revolucionaria” tendría sentido si en algún momento la estrategia electoral y la insurreccional hubiesen sido para él excluyentes. Pero lo que muestro en mi libro es que desde 1928, cuando intentó lanzar su candidatura presidencial por primera vez, Haya consideró la vía electoral como la fundamental y las vías insurreccional y conspirativa como subordinadas. Esto es evidente, por ejemplo, en sus persistentes intentos de conseguir un “general amigo” que diera un golpe y luego convocara a elecciones que él debería ganar, o en su preferencia por las conspiraciones militares frente a los intentos insurreccionales de las bases apristas que él mismo promovía. Su discurso revolucionario respondió, primero, a la necesidad de mostrarse tan radical como Mariátegui, cuando ambos disputaban las bases para sus respectivos proyectos políticos, y –muerto Mariátegui– a la necesidad de administrar las expectativas revolucionarias de los anarquistas que se habían incorporado al Apra.

No hay pues una transición desde una visión insurreccional hacia una estrategia electoral que pueda calificarse de un “aprendizaje democrático”. Por otra parte, no considero reprochable optar por la vía electoral. Cuestiono eso sí la ética política del doble discurso –“la escopeta de dos cañones”–que cultivó Haya y cuyas consecuencias vivimos. Una política de alianzas debiera ser coherente con los objetivos que se quiere alcanzar. No creo que la alianza del Apra con la oligarquía fuera una fatalidad histórica. Hubo dirigentes apristas que rechazaron esta opción; Luis F. de las Casas propuso en 1956 apoyar a FBT (De las Casas, El sectario, Lima: CIC, 1981, p. 240). En 1962 él y Manuel Seoane propusieron aliarse con Belaunde en lugar de apoyar a Odría; “no existe ningún justificativo de entendimiento con el dictador que más persiguió al Partido”, escribió Seoane en un memo que envió al CEN del Apra el 26/9/62. Para De las Casas “por principio, estaba descartado el dictador castrense que asesinó a nuestros compañeros en la persecución iniciada el 27/10/48” (ídem, p. 249). Pero la dirección del Apra optó por la oligarquía y el resto es historia.

¿Apoyar a FBT contra la oligarquía habría mermado el apoyo electoral del Apra? Es dudoso. Haya, en una carta enviada el 12/4/55, antes de su alianza con la oligarquía, podía alardear ante LAS de que en elecciones libres el Apra tendría el 90% de los votos, y que él “podría ser elegido mañana mismo sin necesidad de que pronunciara un discurso” (Haya y Sánchez, Correspondencia. T. 2. Lima: Mosca Azul Eds., 1982, pp. 231-232). Pero en 1962 Haya ganó a FBT por apenas 14 mil votos y no alcanzó el tercio electoral que necesitaba para ser proclamado presidente. LAS –que era identificado como el derechista– pasó por la humillación de no conseguir ni siquiera los votos suficientes para ser elegido senador por Lima, mientras que Manuel Seoane –que era candidato a la vicepresidencia y era visto como el izquierdista– ganó a todos los candidatos presidenciales, incluido Haya, siendo el único que superó el tercio electoral. Haya tuvo que reconocer que “el Partido Aprista en el campo electoral ya no podría llamarse más ‘partido de las mayorías nacionales’” (Discurso de Haya en la Casa del Pueblo, 4/7/62). Un año después FBT lo derrotó sin atenuantes. El propio Haya terminó considerando un error su alianza con la oligarquía, en una entrevista que concedió a Julio Cotler en 1970, y lo atribuyó a un error de evaluación, que lo llevó a creer que la oligarquía era más fuerte de lo que en realidad terminó siendo (Clases, estado y nación en el Perú. Lima: IEP, 1978).

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Ver: http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/01/12/2009/haya-entre-las-balas-y-los-votos

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APRA - Manrique - Zapata - 2009

El APRA de Manrique


Por Antonio Zapata

No pensaba participar del debate por la reciente publicación del libro de Nelson Manrique sobre el APRA. Mi experiencia indica que las relaciones suelen resentirse; como personalmente valoro excepcionalmente a Manrique había pensado no arriesgar ese vínculo. Pero, me ha sorprendido el tono excepcionalmente correcto y bien educado como se desarrolla la discusión con Martín Tanaka y entonces he decidido exponer mi parecer.

Pienso que es un libro importante, que ha de ser fundamental en los futuros estudios de historia política peruana. Pero, por otra parte, encuentro dificultades para aceptar el argumento que ata todo el texto. Me explico.

Una de las cualidades principales del libro de Manrique es la fina dialéctica entre el partido y su líder carismático. Pocos libros pretenden estudiar la historia completa del principal partido político peruano. Menos lo hacen en relación a la biografía de Haya. Manrique realiza conexiones imprescindibles, que son poco conocidas y nos ofrece un razonamiento contundente. Por otro lado, está muy bien escrito y la redacción es amena. El lector que lo emprende llega a su término sin haberse fatigado.

Sin embargo, como decía, encuentro que el argumento no es del todo convincente. Pienso que Manrique opone el libro fundamental de Haya, El antiimperialismo y el APRA, a la historia concreta del partido. En suma, el sujeto histórico que nos retrata Manrique aparece como la contradicción entre un mensaje inicial y una práctica posterior plagada de desviaciones.

Ante este argumento sólo caben dos posibilidades. La primera es que el autor esté férreamente de acuerdo con el libro inicial. Es decir, en este caso, que Manrique se mueva en el horizonte intelectual y político abierto por el libro del antiimperialismo de Haya y que esa sea la razón para su rechazo al movimiento práctico posterior. Esa ha sido la opinión de Javier Valle Riestra, quien ha sostenido que Manrique es aprista, puesto que participaría de la comunidad política fundada en el libro de Haya.

Pero, no me parece cierto. Lo conozco personalmente y sé que Manrique nunca ha sido aprista. Mi apreciación es más simple. En este caso, pienso que Manrique conocía la conclusión antes de comenzar el texto. Su sujeto de estudio no lo ha sorprendido ni tampoco le guarda la mínima empatía. Por ello, Manrique ya sabía que la historia concreta del APRA estaba plagada de virajes sin fin.

En su vida política, el autor ha enfrentado al tipo de movimiento que estaba estudiando. Al igual que yo, Manrique ha sido siempre militante de izquierda y su experiencia es la lucha y oposición contra el APRA derechizada de los 50 y 60. Es más, el epígrafe inicial resalta que su mismo padre fue uno de los fieles apristas desengañados.

De este modo, al conocer la historia concreta e interpretarla como un conjunto de traiciones, el ejercicio intelectual consiste en manejar el antiimperialismo como exégesis, que opone sus conceptos a la vida real del partido y su líder. La trayectoria vital del Haya de Manrique es una traición contra su libro juvenil. Como constructo intelectual, Manrique ha empleado el antiimperialismo como los protestantes usan la Biblia, contrastando sus enseñanzas morales con el comportamiento disoluto de la grey.

Por ello, el argumento es militante y combativo, permitiendo reforzar las convicciones izquierdistas. Pero, sólo se enfoca en los defectos del APRA; sin ofrecer una explicación de sus virtudes políticas. No las presenta y algunas habrá de tener, digo yo. Si no fuera así, ¿por qué se mantiene por 80 años como un partido de masas bien organizado, mientras nosotros permanecemos dispersos?

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Ver: http://www.larepublica.pe/sucedio/02/12/2009/el-apra-de-manrique

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El antiimperialismo y el Apra y el “auténtico” Haya

Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 8 de diciembre de 2009.

Había decidido darme un respiro del debate suscitado por la publicación de mi libro ¡Usted fue aprista!, pero las declaraciones de Hugo Vallenas (LR, 6/12/09) me han hecho cambiar de opinión. Tengo la impresión de que Vallenas opina no sobre mi texto sino sobre la lectura que de él ha hecho Antonio Zapata (“El APRA de Manrique”, LR, 2/12/2009). En su comentario, Antonio Zapata asume que el argumento que ata todo mi texto es oponer el libro de Haya, El antiimperialismo y el APRA (en adelante EAA), a la historia concreta del Partido Aprista. La razón de este enfoque sería mi sesgo izquierdista: “Manrique conocía la conclusión antes de comenzar el texto. Su sujeto de estudio no lo ha sorprendido ni tampoco le guarda la mínima empatía. Por ello, Manrique ya sabía que la historia concreta del APRA estaba plagada de virajes sin fin”.

¿Es necesario ser izquierdista para reconocer que la historia del APRA está “plagada de virajes sin fin, o Zapata alberga dudas al respecto? Puede considerárseles “una traición” o un “signo de madurez”, pero los hechos están allí. Aparentemente me descalifica ser parcial, por lo que juzgo al Apra desde un mirador negativo. Con ese mismo argumento debería descalificarse a los apristas (por su sesgo positivo) a un historiador extranjero (que no sería indiferente ante las tomas de posición sobre el imperialismo), y hasta a Tony Zapata, a menos que él crea estar hablando desde ese Olimpo denominado la “neutralidad epistemológica”: desde la Ciencia, mientras mira cómo los demás se debaten en las tinieblas de la ideología. Esa precisamente es la posición más sublimemente ideológica.

Retomo la línea maestra de su crítica: “La trayectoria vital del Haya de Manrique es una traición contra su libro juvenil”. Supongo que Tony asume que considero que EAA representa al “auténtico” Haya, traicionado por su trayectoria vital posterior. Pero en mi texto muestro que este libro fue apenas un eslabón más dentro de una cadena de intentos de reescribir la historia. Haya llegó hasta a tratar de hacer creer que EAA había sido publicado en México, el año 1928. Lo afirma en Treinta años de aprismo y se aferró a esta versión hasta el fin de sus días. Pero no existe tal edición de 1928, como lo aclara el propio Haya en la “Nota Preliminar” de la primera edición de EAA (1936): “Este es un libro escrito hace siete años que solo ahora se publica” (p. 13). El texto fue entregado para su publicación recién el 25/12/1935.

¿Qué está en juego en estas fechas? 1928 fue el año de la polémica con Mariátegui, cuando ambos disputaban las bases para sus respectivos proyectos políticos. Entonces Haya, para mostrarse tan revolucionario como su rival, propuso la lucha a muerte contra el imperialismo. Aún en febrero de 1930 defendía esta posición: “Para nosotros, con Marx y con Lenin, el imperialismo es el capitalismo en su forma más moderna … y si nosotros no combatimos al imperialismo, entonces no combatimos al capitalismo, y si no combatimos al capitalismo, entonces no luchamos contra la explotación, y si no luchamos contra la explotación no tenemos derecho de llamarnos ni socialistas, ni comunistas, ni revolucionarios. El Apra es antiimperialista porque es anticapitalista” (Haya de la Torre, “Carta a la célula del Cusco”, 15/12/1930).

Pero Mariátegui murió dos meses después, en abril de 1930, y entonces la posición de Haya cambió. Sostuvo en adelante que el imperialismo tenía un “lado bueno” (traía capitales, tecnología y progreso) y un “lado malo” (oprimía y explotaba). No se trataba más de liquidarlo sino de negociar con él, aprovechando su lado “bueno” y neutralizando el “malo”; esa es la posición recogida en EAA. Retroceder la fecha de su publicación a 1928 hubiera permitido borrar las huellas de este cambio ideológico fundamental.

Tengo la impresión de que para Haya adoptar un lenguaje leninista –como en la carta citada– o proclamar su simpatía con los EEUU y explicar que no era un radical –como lo hizo confidencialmente ante el embajador norteamericano en Lima, Fred Morris Dearing– respondía más a qué consideraba que querían oír sus interlocutores que con la defensa de la autenticidad ideológica.

Confieso que estos hechos a mí sí me sorprendieron.

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Ver: http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/08/12/2009/el-antiimperialismo-y-el-apra-y-el-autentico-haya

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APRA - Haya - Lenin - 1927-1978

Cuando Haya derrotó a Lenin


Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 17 de noviembre de 2009.

En una entrevista concedida un año antes de su muerte, V. R. Haya de la Torre afirmó haber derrotado a Lenin en un debate sobre la naturaleza del imperialismo. Con muy justificada admiración el entrevistador anotó: “Quizá nadie en el resto del continente pueda sostener que tuvo una controversia con Lenin”. “Fue en 1927 –le dijo Haya–, en un Congreso Antiimperialista que se realizó en Bruselas. Cuando Lenin dijo que el imperialismo era la etapa superior del capitalismo, yo le rebatí su teoría. Le dije: ‘No, señor. Eso no ocurre siempre. El imperialismo es la etapa superior en los países donde el capitalismo está desarrollado como en el occidente europeo, pero en nuestros países subdesarrollados el capitalismo está en su etapa inicial’”. Haya precisó que ganó la discusión amparándose en un librito que escribió Marx acerca del colonialismo. (“¿Haya Presidente?”, X – Semanario del Pueblo Peruano, Nº 117, 13-19 de julio, Lima, 1978).

Se trata de una victoria absolutamente extraordinaria, pues para 1927 Lenin llevaba ya tres años muerto. Murió en enero de 1924, cuando Haya tenía veintiocho años de edad y era apenas un destacado dirigente estudiantil de un país que seguramente muy pocos rusos serían capaces de ubicar en un mapamundi. La explicación más plausible de este incidente es que a Haya se le confundieron los recuerdos; en julio de 1978 estaba al borde de los 84 años y es posible que sus facultades mentales estuvieran ya deterioradas.

Lo que interesa destacar es que los delirios de un anciano no son arbitrarios. Su fantasía de haber derrotado en una polémica a Lenin se hace más comprensible si se considera la atmósfera de adulación de la que estuvo rodeado a lo largo de su vida.

En mayo de 1957 Haya volvía al Perú por un breve periodo y el Apra le preparó una recepción apoteósica. Su mejor amigo, Luis Alberto Sánchez, viajó con gran ilusión a Talara para darle la bienvenida, pero se llevó una desagradable sorpresa: “Regresé bastante decepcionado. Haya en Europa era un ser como el que ya conocía desde 1917, como el que traté en mis andanzas, pero este de Talara y Trujillo se parecía demasiado al Haya de las horas de embriaguez de poder, al de 1947, seco, a menudo descortés” (L. A. Sánchez, Testimonio personal: memorias de un peruano del siglo XX, Lima: Mosca Azul 1987, p. 26). Siempre existió en el Apra un aura religiosa rodeando al liderazgo de Haya y si a esto se le añade la inevitable existencia de ventajistas que medraban haciéndole la corte puede entenderse que terminara perdiendo la perspectiva sobre el valor de su aporte intelectual y su papel en la historia.

En mayo de 1948 Haya viajó a EEUU. He aquí algunas notas que entonces se escribieron en La Tribuna, el periódico oficial del Apra: “Lo han medido como se mide a los grandes hombres: como a Gandhi o a Roosevelt. En menos de dos meses y medio ha hablado ante los ‘jerarcas’ del pensamiento contemporáneo y ha fijado al mundo, presente y del mañana, con la doctrina y filosofía orientadora del aprismo. Esta ha sido pues la tarea gigantesca de ese gran hombre, orgullo del Perú y paladín de Indoamérica. Cuando la historia se haga … la figura señera y magistral del Jefe del Partido del Pueblo, Víctor Raúl Haya de la Torre, ha de emerger como la columna vertebral de un nuevo mundo capaz de llegar a la felicidad”. Haya había “descubierto nuevas concepciones, sobre las cuales va a levantarse la arquitectura del Hemisferio”. Su voz había resonado “exhibiendo ante la humanidad un nuevo credo de vida, una nueva filosofía y un nuevo destino”. Los periodistas apristas lo comparaban con el Cid Campeador, y lo proclamaban “soldado glorioso que ha disparado hacia la eternidad los impactos de su genio creador”, etc. Guillermo Carnero Hoke llegó a describirlo como el “genio tutelar” que “parecía a veces tocar con su puño de piedra, desde un promotorio de siglos, las puertas de la inmortalidad...parecíales a todos los asambleístas, después de terminado, haber vuelto de Dios” (Luis Eduardo Enríquez, La estafa política más grande de América. Lima: Ediciones del Pacífico, 1951, pp. 118-121).

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Ver: http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/17/11/2009/cuando-haya-derroto-lenin

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APRA - Odría - Perón - 1952

El Complot de Perón

Por Enrique Chávez

Historia: El trunco plan aprista para derrocar a Manuel Odría. En ese momento, Haya de la Torre se encontraba asilado en la embajada de Colombia. Se opuso al plan.

Caretas, edición 2109, Lima, jueves 17 de diciembre de 2009

El líder del APRA cumple sesenta años y los lugartenientes pugnan por sucederlo. No se trata de Alan García y la cúpula en disputa por la candidatura presidencial. Es Víctor Raúl Haya de la Torre asilado en la embajada de Colombia a fines de 1952, con el partido clandestino y los sucesores en el exilio.

El período de la embajada acaba de ser revivido con la donación de un busto de Haya de la Torre esculpido por Macedonio de la Torre y dispuesto a la entrada de la legación diplomática.

Además, dos libros aparecidos recientemente se encargan de poner bajo el reflector aquellos años. El primero es
“¡Usted fue aprista!: bases para una historia crítica del APRA” del sociólogo Nelson Manrique. El segundo es la nueva edición de “Víctor Raúl, el Señor Asilo”, escrito por el presidente del Congreso, Luis Alva Castro.

Uno de los pasajes más interesantes del libro de Manrique es el que narra la organización de los apristas proscritos fuera del país mientras Haya vivía confinado en la embajada y un plan trunco para derrocar al dictador Manuel Odría con el apoyo de Juan Domingo Perón.

“En general”, sostiene, “los testimonios apristas aluden a los conflictos partidarios solo oblicuamente. Luis Alberto Sánchez (LAS) es uno de los pocos que habla de disputas y se refiere en distintas oportunidades a Manuel Seoane como la cabeza de la posición radical contra la cual él se enfrentaba, pero insiste siempre en que a ambos los unía una gran amistad”.

Seoane encabezaba a quienes creían que la supresión de la intentona revolucionaria del 3 de octubre de 1948 eliminó las posibilidades apristas de llegar al poder. Otros como LAS consideraban “que aquella traición había interrumpido nuestra marcha normal, arrojándonos a la época de las catacumbas sin haber hecho mérito alguno”. El evento motivó la proscripción del partido y el asilo de Haya de la Torre en la embajada de Colombia, que se prolongaría hasta 1954, cuando le fue permitido salir expulsado a México.

El “Cachorro” Seoane tomó al búfalo por las astas y lideró un grupo de apristas instalados en Santiago y Buenos Aires. Manrique recuerda que pretendían que “un general amigo del partido” se tumbe al gobierno de Odría. Para ello buscaron el concurso nada menos que del dictador argentino. Armando Villanueva del Campo, por entonces exiliado en Chile, ha reconocido que el “movimiento revolucionario” también incluía al boliviano Víctor Paz Estenssoro.

“Existían vínculos entre los apristas y personajes del entorno de Perón”, escribe Manrique. “José Barsallo Burga, un militante aprista, tenía inclusive relaciones personales con el general argentino”.

En noviembre de 1952 la dirigencia aprista se reunió en Buenos Aires para el encuentro con Perón.

LAS llegó hasta allá pero veía las tratativas con reservas. En carta a Haya de la Torre le dice que “el Sr. Perón empezó apoyando al Sr. Odría. Su desengaño es fruto del desarrollo (de) aquel contubernio, en que el señor Odría prefirió el apoyo del capitalismo norteamericano al del Sr. Perón. Si bien es cierto que debemos aprovechar de esta circunstancia, no debemos olvidar su calidad de ‘circunstancia’, que no compromete el fondo mismo de nuestra doctrina”.

Aislada de los gringos, Argentina tenía problemas con el suministro de petróleo. Odría también se negó a vendérselo, justo cuando el país conseguía su primera cosecha luego de varios años de sequía.

Sin saber, aparentemente, de las conversaciones, Haya escribía a LAS a principios de ese mismo noviembre de 1952. La reveladora carta se incluye en el libro de Alva Castro. “Al cabo de 30 años ahí estamos y por ahí nos están siguiendo... todos los movimientos avanzados indoamericanos –unos frustrados como el ABC cubano, otros desviados como el peronismo, otros larvados–, todos sin confesarlo, son Aprismo”.

Seoane pareció convencer a Perón durante la reunión. El golpista sería el general Juan de Dios Cuadros, que conspiró con los apristas en 1948 y huyó a Ecuador. Villanueva también participó y escribiría medio siglo más tarde que “Perón tal vez nos miraba como a unos ilusos. Él quería petróleo y nada más. Nos preguntó quién sería el jefe. Recuerdo que comparó a los militares con los pescados, porque se pudren por la cabeza. Y luego agregó: ‘Un general no abandona ni entrega el poder’. En este caso hay que liquidar al general”.

Sánchez, que finalmente no acudió al cónclave con el generalísimo, recibió entonces correspondencia de Haya, recluido en la residencia de la avenida Arequipa. “Esa carta, de veras histórica, empezaba diciendo que él se había negado a escuchar a un alto funcionario argentino que fue a la embajada de Colombia en Lima para proponerle algo parecido; señalaba sus dudas acerca de la eficacia de un convenio cualquiera con cualquier dictador, ya que éstos suelen realizar su voluntad según les parece”. En la mencionada carta del libro de Alva Castro, Haya recuerda que “la idea germinal aprista que envuelve a todas las anteriores es la de la libertad con pan, la justicia social sin dictadura”.

El proyecto se desplomó de todos modos poco después, cuando, aprovechando un viaje de Perón a Santiago, el entusiasta Seoane le organizó un encuentro con los apristas que vivían allí. La información de la conjura se filtró a la prensa peruana y Odría respondió tendiéndole una rama de olivo al argentino: le vendería petróleo. Y hasta allí llegó el cuento. La convivencia entre el odriísmo y el APRA sería una realidad cuatro años después.

Manrique critica los virajes ideológicos de Haya de la Torre a lo largo de su vida. Es una interesante puesta al día del debate en torno al supuesto y progresivo conservadurismo que se fue tomando al fundador del partido. Casi como si el APRA fuera precisamente comparable al peronismo, donde las ideas eran meras excusas intercambiables para sostener la carrera política del jefe que, a los ojos del autor, fracasó al morir sin llegar al poder.

La hipótesis motivó un rico debate en las columnas de opinión, donde el sociólogo Martín Tanaka y los historiadores Antonio Zapata y Hugo Vallenas refutaron la premisa de fondo. Podría argumentarse que el propio Haya se defiende desde las cartas que rescata Alva Castro, con armas que van desde la relativización de la dialéctica hegeliana hasta la mención de la conversación con un diplomático estadounidense que le reconoce a Haya que “la rectificación de la política de Estados Unidos con América Latina se debió en mucho a la obra de ustedes, de su resistencia”.

Faltaba un cuarto de siglo para la muerte de Haya, pero éste ya se sentía “al filo de la última etapa de la vida”. Luego, le escribe a Luis Alberto Sánchez, “ustedes quedarán y quedarán los más impacientes, pero que no caigan en eso tan criollo que es glorificar muertos cuando ya no sirven sino para discursos”. Un deseo que, según la trinchera, podría dirigirse tanto al fetichismo hayista como al sugestivo desmenuce conceptual practicado por Manrique.

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