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domingo, 19 de abril de 2009

Orígenes de la Inquisición Española - 6

Netanyahu y la Inquisición

JOSÉ ANTONIO ESCUDERO

"El Pais", Madrid, 19/01/2000

El interés de los historiadores por la Inquisición española, manifiesto en el último cuarto de siglo en forma de centros de investigación, cursos, congresos, reuniones científicas, libros y revistas, se ha visto reactivado ahora con motivo de la aparición de un llamativo libro de 1.300 páginas, Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV, de Benzion Netanyahu, padre del ex primer ministro de Israel. Del libro se hizo amplio eco este periódico (Babelia, 4 de diciembre de 1999), pronunciándose luego sobre él el prestigioso académico don Antonio Domínguez Ortiz.

Ya hace muchos años tuve ocasión de participar en una reunión científica (Nueva York, 1983) donde Netanyahu anticipó polémicamente sus tesis. Al publicarse el libro, me ocupé de él con detenimiento en la Revista de la Inquisición, interviniendo luego como ponente crítico, junto a otro ponente decididamente favorable y laudatorio (el profesor Alcalá), en los dos congresos (Lisboa 1998, y Cuenca 1999) que han tratado estas cuestiones. Ello me lleva a traer aquí algunas reflexiones sumarias sobre la obra que tanta expectación ha despertado.

Según ha sido creencia común, la Inquisición fue creada en España (por bula de Sixto IV de 1 de noviembre de 1478, a petición de los Reyes Católicos) para combatir el criptojudaísmo de los conversos. La Inquisición iba dirigida así contra los conversos, o falsos conversos, que mantenían unas prácticas judaicas incongruentes con su nueva religión cristiana. Esta motivación (una Inquisición creada por motivos religiosos, para velar por la puerza de la fe) es la que proclaman todos los textos fundacionales (bulas de los papas, documentos de los reyes, instrucciones, cartas, etcétera), lo que no impidió que en el XIX autores como Llorente o Ranke hablaran de un pretexto, lo religioso, y de unas verdaderas y ocultas motivaciones, bien de carácter político (domeñar a la nobleza, o centralizar el poder en una España plural), o de carácter económico (apropiarse las fortunas confiscadas de los reos).

Netanyahu se adhiere en parte a esas críticas (las motivaciones político-económicas), pero además presenta un nuevo y original argumento: la Inquisición habría sido creada como un instrumento de política racista. En cuanto a los móviles económicos, y habida cuenta de que ya los especialistas han demostrado que la Inquisición no fue precisamente un buen negocio, Netanyahu sostiene que aunque el afán de dinero no fuera motivo determinante de la creación de la Inquisición, lo económico luego se instrumentalizó, tratándose de sacar partido de ello. En lo que respecta a los móviles políticos, cree él que la Inquisición fue instrumento de una compleja operación consistente en ganar para la causa regia el apoyo de las ciudades, debilitando a la nobleza y garantizando el absolutismo monárquico. Con todo, su tesis principal y más novedosa es la que presenta a la Inquisición como instrumento racista que pretendía una "solución genocida": el exterminio de los conversos. Establece así un paralelismo de la actuación inquisitorial con el exterminio nazi. Sobre todo ello, cabría decir lo siguiente:

a) Es incomprensible que esa Inquisición racista fuera fundada por un rey, como Fernando, conocidamente antirracista y amigo y protector de los conversos. ¿Pero es que acaso el Papa le otorgó una Inquisición racista distinta a la pedida por el rey antirracista? En absoluto. Fernando logró exactamente lo que quiso. Ni que decir tiene que este enigma se resuelve aceptando que Fernando fue amigo de los conversos y enemigo de los falsos conversos, a los que sí persiguió.

b) Si la Inquisición fue racista contra los conversos judíos, ¿por qué persiguió también a los moriscos?; ¿eran ellos de la misma raza? Y si fue racista contra los judíos conversos y los moriscos, ¿por qué persiguió a los protestantes europeos que vinieron a España y a los propios protestantes españoles?; ¿cuál es aquí la raza común? Y si fue racista contra conversos, moriscos y protestantes, ¿por qué persiguió también a los cristianos viejos y luego a una multitud de eclesiásticos, frailes y monjas, obispos, cardenal de Toledo, etcétera? ¿Cuál era la raza perseguida por la pretendida Inquisición racista? El único vestigio racista de la historia inquisitorial es la limpieza de sangre, fenómeno sobrevenido y posterior.

c) Si la Inquisición fue ideada para eliminar la competencia de los prósperos conversos, y si las gentes que sufrían esa competencia eran las oligarquías municipales de cristianos viejos, ¿cómo se explica que las Cortes de Castilla, donde esas oligarquías hacían oír su voz, nunca pidieran que la Inquisición fuera introducida? Y si el motivo discriminatorio fue racista, ¿cómo se explican los incesantes matrimonios de acaudalados conversos con cristianos viejos?

d) Netanyahu cree que la Inquisición fue pedida por los reyes al papa por unas razones, y justificada en los documentos por otras. Imagina así una especie de farsa general, o confabulación general, para justificar con fines religiosos otros perversos y secretos motivos. Ahora bien, con independencia de que resulta literalmente inimaginable un fenómeno así a lo largo de siglos, conviene recordar que nada más fundarse la Inquisición, el papa Sixto IV y el rey Fernando tuvieron un dramático enfrentamiento en el que, por escrito, se dijeron de todo. Lo único que el papa no dijo es que el rey hubiera actuado movido por otros móviles. Le acusó incluso de haberle engañado, sin duda por reservarse el rey el nombramiento de los inquisidores, pero no porque la finalidad de la Inquisición fuera otra. En el motivo religioso estaban todos de acuerdo.

e) La comparación con el exterminio nazi resulta inadmisible. Y ello no sólo por razones cuantitativas (el número de víctimas, escandalosamente disímil), o por mezclar en el mismo saco fenómenos represivos de siglos y circunstancias harto distintas (en el siglo XV la herejía era considerada delito), sino además por razones cualitativas de carácter penal. En un sitio se trata de condenas en virtud de procesos individuales; con una lamentable presunción de culpabilidad y dudosas garantías, si se quiere, pero procesos individuales al fin. En otro, de masacres colectivas e indiscriminadas, realizadas sin juicio alguno. ¿Significa esto una indirecta defensa de la Inquisición? En absoluto. Ahora bien, rechazando cualquier forma de represión, y repudiando cualquier forma de intolerancia, resulta obvio que no todo ha sido lo mismo.

f) Resulta sorprendente la unilateralidad de Netanyahu en el tratamiento de las fuentes: su elogio sin medida de las obras y autores pro-conversos, y su acritud beligerante hacia todo lo que no encaja en sus tesis. Él no cree en lo que dicen los papas, ni los reyes, ni los inquisidores, ni los tratadistas inquisitoriales, ni ningún testimonio anti-converso. Sí cree a pies juntillas cualquier testimonio de los pro-conversos. La pregunta podría ser pues: ¿por qué no hay que creer a los Reyes Católicos y a Sixto IV, que fueron quienes pidieron las bulas y quien las otorgó, y sí hay que creer a gente como Isaac Abravanel o Isaac Arama cuando dicen que los conversos no judaizaban?

g) Y una última y fundamental cuestión. Toda esa presunción de farsa general, alegando falsos motivos religiosos para encubrir los verdaderos, racistas y políticos, es construida por Netanyahu sobre cierto argumento que parece la línea de flotación del libro. Se trata de un argumento de congruencia, basado en la habitual proporción que suele darse en la vida entre medios y fines, o entre los males y remedios empleados. Él asegura que los judíos tuvieron a los conversos por traidores y no por héroes. Con otras palabras, que los conversos no fueron mayoritariamente falsos conversos, sino verdaderos, es decir, cristianos auténticos. Siendo pues el problema criptojudío un problema residual y menor, ¿cómo se pudo crear un aparato como el de la Inquisición para remediar aquello? Conclusión: aunque los documentos digan lo que digan, la Inquisición tuvo que ser creada para otra cosa.

Pero este argumento, aparentemente persuasivo, es fruto de una falacia. En él Netanyahu compara lo que el problema converso era entonces, o lo que él cree que era, con lo que la Inquisición llegaría a ser. Así aun aceptando que el problema de los falsos conversos fuera un problema menor, cosa bien difícil de aceptar, Netanyahu olvida que lo que hicieron los reyes tras recibir la bula del Papa fue nombrar a dos frailes desconocidos para intervenir en Sevilla. Es decir, que no se arbitró un remedio espectacular para un problema pequeño (que dé a pensar que el fin pretendido fuera realmente otro), sino un remedio en principio bastante ajustado al problema. Con los años, la Inquisición creció más y más, pero eso ya es otra historia. Por lo demás, y en favor de que la solución era bastante previsible, conviene recordar que ya Juan II pidió al papa Nicolás V, y también Enrique IV a Pío II, introducir la Inquisición en Castilla, accediendo los pontífices mediante dos bulas, de 1451 y 1462, que luego quedaron en papel mojado. Los Reyes Católicos lo intentaron por tercera vez, y en 1478, lamentablemente, el aparato inquisitorial se puso en marcha.

Las discrepancias expuestas hasta aquí no impiden destacar la importancia del libro en cuestión, la ardua labor de investigación que lo ha hecho posible, y la luz que arroja en múltiples cuestiones. Netanyahu es una primera autoridad y su obra merece reconocimiento y respeto. Ojalá en el futuro esas tesis centrales, por ahora inaceptables, puedan ser reconducidas y matizadas por su prestigioso autor.

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* José Antonio Escudero es director del Instituto de la Inquisición.

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Tomado de: http://www.elpais.com/articulo/opinion/NETANYAHU/_BENZION_/HISTORIADOR/ISRAEL/_PADRE_DEL_EX_PRIMER_MINISTRO/Netanyahu/Inquisicion/elpepiopi/20000119elpepiopi_4/Tes

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Orígenes de la Inquisición Española - 7

De Benzion Netanyahu y sus detractores

GABRIEL JACKSON
"El Pais", Madrid, 24/02/2000

La Inquisición española nunca deja de levantar las pasiones de aquellos que la estudian, y la reciente publicación de la traducción española de Los orígenes de la Inquisición, de Benzion Netanyahu, ha dado pie a un fascinante intercambio de puntos de vista en las páginas de opinión de EL PAÍS. Empezó con la entrevista publicada en Babelia el 4 de diciembre de 1999, y ha continuado con comentarios, que han sido respetuosos a la vez que críticos, de Julio Pardo (4 de diciembre), Antonio Domínguez Ortiz (16 de diciembre) y José Antonio Escudero (19 de enero de 2000), junto con una respuesta del profesor Netanyahu (3 de febrero).

Personalmente, no soy un erudito en lo relativo a la Inquisición, pero he leído ampliamente sobre ella (incluido el original en inglés del mencionado libro), así como sobre el antisemitismo europeo y el holocausto. He estudiado en detalle esa forma mucho más moderada de Inquisición que tuvo lugar en EE UU en la forma de macartismo en los años cincuenta, y fui una víctima menor de ella. En cuanto a mi identidad personal, soy judío secular y, si hubiera nacido en la España del siglo XV, probablemente habría sido un judío heterodoxo o converso que guardaría para sí sus pensamientos religiosos con el fin de evitar la tortura o la confiscación de sus propiedades.

La principal diferencia de opinión entre Netanyahu y sus detractores es la insistencia del primero en que los motivos sociales, económicos, políticos y, en último extremo, racistas, eran mucho más importantes que las preocupaciones religiosas, mientras que sus adversarios creen que al Gobierno y a las autoridades eclesiásticas de Castilla les movió efectivamente lo que percibían como amenazas heterodoxas y heréticas contra la ortodoxia católica. La mayoría de los académicos españoles y extranjeros han estudiado la Inquisición basándose en documentos latinos y españoles. La gran aportación a la investigación por parte del profesor Netanyahu ha sido estudiar los documentos en lengua hebrea, y basándose en esas lecturas él afirma que la inmensa mayoría de los conversos en la segunda mitad del siglo XV eran cristianos devotos considerados por la comunidad judía como renegados que habían rechazado vergonzosamente su fe ancestral, de ahí que no hubiese necesidad racional de ningún tipo de investigación relativa a la ortodoxia de sus creencias.

Entonces, ¿por qué los conversos eran objeto de especial desconfianza e investigación? Netanyahu señala que las conversiones masivas entre los años 1391 y 1412 habían provocado una gran afluencia de nuevos cristianos (a mediados del siglo XV, 600.000 según sus cálculos, y quizá 300.000 según Domínguez Ortiz, en una población de entre 7 y 8 millones). En el pasado, diversas leyes habían limitado estrictamente el número de judíos que podían ejercer como médicos, notarios, farmacéuticos, joyeros, funcionarios municipales o reales, etc. Pero, en esa época, un elevado porcentaje de judíos se habían vuelto cristianos, presumiblemente con derecho a ejercer cualquier oficio y profesión que practicasen libremente los cristianos castellanos. Los cristianos viejos, sobre todo entre los artesanos y funcionarios de las ciudades, reaccionaron ante la inoportuna competencia reclamando nuevas restricciones a la actividad económica y profesional de los conversos. Insinuaron que no se podía confiar en los conversos, ya que eran descendientes de los judíos, y que muchos de ellos practicaban en secreto el judaísmo. La Inquisición, desde sus primeros años, se convirtió en el vehículo perfecto para el saqueo de los conversos basándose en confesiones de herejía obtenidas bajo tortura o amenaza de tortura.

Los detractores insisten en la motivación religiosa y en la honestidad de esa preocupación. Según Julio Pardo, entre 1478 y 1480, la cristiandad castellana estaba "diversificada y tensionada hasta el extremo". Acusa a Netanyahu de pasar por alto importantes fuentes como la Impugnación Católica de Hernando de Talavera, que muestran la más sincera preocupación por las corrientes heréticas. El problema no era si los conversos eran o no "sinceros", sino si eran o no ortodoxos. Según Domínguez Ortiz, Netanyahu "desecha" las auténticas pruebas contemporáneas del criptojudaísmo y acusa a la Inquisición de condenar a cristianos auténticos. Pero Domínguez Ortiz insiste en que, en realidad, los registros de la Inquisición demuestran que se tomaban muy en serio la tarea de comprobar la verdad de las acusaciones. J. A. Escudero insiste en que la Inquisición se dirigía contra falsos conversos (su frase y su énfasis) y en que los resultados en los años en cuestión, entre 1480 y 1530 aproximadamente, efectivamente indican que el criptojudaísmo era un fenómeno muy secundario en la comunidad conversa.

Para mí, la polémica ilustra una tendencia desafortunada, pero en absoluto poco común, por parte de académicos muy comprometidos a buscar respuestas claras y categóricas a cuestiones que, por su naturaleza, son muy complejas y, a menudo, poco definidas. Piensen en la cuestión de la lealtad religiosa de los conversos de tercera y cuarta generación a mediados del siglo XV. Los documentos hebreos reflejarían a buen seguro unos conversos renegados y tratarían su pérdida para la comunidad judía como una completa conversión al cristianismo. Pero esto no es una prueba de ortodoxia conversa. Las conversiones masivas había tenido lugar en condiciones de gran coacción y miedo tanto al trato personal como a la pérdida del medio de sustento. Me parece increíble suponer que todos los nietos de aquellos conversos se sentían totalmente integrados y ortodoxos. Cuatro siglos después, España tiene decenas de miles de ciudadanos que no son ni católicos ni judíos y que resisten en silencio las presiones psicológicas y sociales de cualquier iglesia.

La verdadera cuestión no es o esto o aquello; o motivos religiosos o motivos socioeconómicos. Mostramos condescendencia en nuestra interpretación de sociedades del pasado si pensamos que eran en algún sentido menos complejas, ambiguas, corruptas, hipócritas, conflictivas, etcétera, que aquellas sobre las que leemos en los periódicos o que experimentamos en nuestra propia piel. Seguro que la Castilla del siglo XV, formada por descendientes de cristianos, musulmanes y judíos de todo el mundo mediterráneo con una activa vida intelectual y cultural, producía suficiente heterodoxia como para animar a las autoridades católicas a establecer la Inquisición. Entonces, como ahora, había oportunistas dispuestos a arruinar a sus rivales mediante calumnias y culpas por asociación. Entonces, como ahora, había sádicos dispuestos a servir como torturadores policiales y personas a quienes les disgustaban las costumbres y los acentos extraños, aunque no disponían del vocabulario racista pseudocientífico, creado en la Europa del siglo XIX.

La Inquisición empezó como una institución que investigaba supuestas herejías y utilizaba todos los métodos de coacción habituales en sociedades bajo gobierno autoritario. Respondía al histórico antisemitismo del que habla Netanyahu y que no niegan sus detractores. Utilizó la supuesta herejía como excusa para confiscar la riqueza conversa. Intentó, afortunadamente sin éxito, reducir la vida intelectual española a ortodoxia religiosa. Tuvo todos los motivos que le atribuyen tanto Netanyahu como sus detractores.

Y, por último, última petición de evitar simplificaciones melodramáticas, no fue un "holocausto". Dos mil muertes en la hoguera y varios miles de confiscaciones de propiedad por crímenes de pensamiento constituyen un historial de extraordinaria crueldad, pero no son el equivalente a seis millones de asesinatos sin el más mínimo pretexto de actividad criminal, simplemente muerte por el delito de ascendencia judía. Antes y después de la creación de la Inquisición hubo una elevada proporción de matrimonios entre conversos y cristianos viejos. Había conversos entre los inquisidores (no es que proponga eso como cumplido), pero gran parte de la comunidad conversa quedó intacta, literalmente, en lo relativo a las actividades de la Inquisición.

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* Gabriel Jackson es historiador.

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Tomado de: http://www.elpais.com/articulo/opinion/NETANYAHU/_BENZION_/HISTORIADOR/ISRAEL/_PADRE_DEL_EX_PRIMER_MINISTRO/Benzion/Netanyahu/detractores/elpepiopi/20000224elpepiopi_4/Tes

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Orígenes de la Inquisición Española - 8

Entre el antijudaísmo y el antisemitismo

CARLOS MARTÍNEZ SHAW
"El Pais", Madrid, 18/02/2006

El debate sobre los verdaderos motivos de la Inquisición para perseguir a los judíos ha ocupado a muchos historiadores. El ensayo de Benzion Netanyahu reabre esa discusión.

* Resena del libro:

Benzion Netanyahu.
DE LA ANARQUÍA A LA INQUISICIÓN. Estudios sobre los conversos en España durante la Baja Edad Media.
Traducción de Ciriaco Morón Arroyo.
La Esfera de los Libros. Madrid, 2005.
286 páginas.

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Benzion Netanyahu, historiador judío residente en Estados Unidos, ha escrito, entre otros trabajos, dos extensos volúmenes sobre los conversos españoles: Los marranos españoles según las fuentes hebreas de la época (siglos XIV-XVI) y Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV. A ellos se une ahora una última entrega que constituye como una tercera hoja de un tríptico perfectamente homogéneo: se trata de una colección de artículos donde vuelve a discutir las conclusiones generales de sus libros anteriores, en abierta polémica con algunos de los nombres mayores de la historiografía española del siglo XX, desde Marcelino Menéndez Pelayo a Antonio Domínguez Ortiz, pasando por Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz.

En las tres obras consideradas, el autor plantea una misma y radical revisión del motivo de la creación del Santo Oficio y de la persecución inquisitorial contra los conversos, que (para decirlo brevemente) rezaría así: la hostilidad desatada contra los judíos en la España bajomedieval llevó a la conversión al cristianismo de muchos de ellos, de modo que cuando se produjo la expulsión en 1492 la inmensa mayor parte de los que se quedaron eran ya cristianos sinceros deseosos de una completa integración, por lo que el Santo Oficio actuó contra ellos no movido por el propósito (religioso) de desenmascarar a los criptojudíos, sino por el objetivo (racista) de aniquilar a un grupo odiado como cuerpo extraño a la comunidad cristianovieja.

Los estudios de Benzion Netanyahu han reabierto así el debate sobre la Inquisición y han ayudado a plantearlos en términos muy nítidos, acentuando la dicotomía entre dos posiciones, la de aquellos que defienden, para la creación del Santo Oficio, causas estrictamente religiosas y la de los que descubren debajo de esa envoltura mixtificadora una motivación extrarreligiosa, de contenido racista. Dejando aparte otras cuestiones, de fuerte trasfondo ideológico y poco resolubles a partir de los datos ofrecidos por los historiadores, como la justificación de la Inquisición por la conservación de la pureza de la fe cristiana (asumida por el catolicismo integrista en la senda de Menéndez Pelayo) frente a la consideración del aparato inquisitorial como una aberración opuesta de modo radical al espíritu cristiano (tal como lo sintieron muchos de los representantes del humanismo o del pensamiento ilustrado), lo que se dilucida ahora es si la Inquisición, y con ella la mayoría de la población cristianovieja, practicó el antijudaísmo o el antisemitismo.

En una reciente y brillante síntesis (Los judíos en España, editorial Marcial Pons), el hispanista Joseph Pérez ha defendido la opción del antijudaísmo, de los motivos religiosos, en virtud del fervor cristiano de los Reyes Católicos, que llevaba aparejado la necesidad de combatir la amenaza del criptojudaísmo, y también en virtud de la tendencia de las nuevas monarquías absolutas a convertirse en estados confesionales debeladores de la disidencia doctrinal. En este esquema, los criptojudíos desde luego existen, algo que no ha negado ningún estudioso del tema, sin que importe que su número real (minimizado por el historiador judío) esté por debajo de la percepción subjetiva de los cristianoviejos, presos de una psicosis conspirativa que multiplica el número de los enemigos de la fe.

El punto débil de esta argumentación será siempre, sin embargo, la implantación de los estatutos de limpieza de sangre, la discriminación sistemática ejercida contra individuos que, al margen de su práctica religiosa cristiana, pública y manifiesta, serán excluidos en razón de sus orígenes judíos, lo cual no puede sino ser considerado como una manifestación de antisemitismo. Así, si la cultura de la limpieza de sangre entra en la Inquisición desde sus mismos comienzos, necesariamente hay que dar a Netanyahu su parte de razón.

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Tomado de: http://www.elpais.com/articulo/ensayo/antijudaismo/antisemitismo/elpepuculbab/20060218elpbabens_6/Tes

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Inquisición Española (Siglos XVI-XVII)

Historia de una perversión

Carlos Martínez Shaw
"El Pais", Madrid, 14/06/2003

Joseph Pérez nos ofrece una aproximación al Santo Oficio. Centrada en su nacimiento como aparato antisemita y en sus años de más actividad, la obra es una interesante síntesis de uno de los aparatos represores que más han imitado los regímenes totalitarios.

Reseña de:

Joseph Pérez.
BREVE HISTORIA DE LA INQUISICIÓN EN ESPAÑA.
Crítica. Barcelona, 2003.
214 páginas.

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La Inquisición es una de las mayores perversiones imputables a la Iglesia y a la Monarquía hispánica en los tiempos modernos (y en todos los tiempos), uno de los elementos centrales de la llamada leyenda negra (es decir, el conjunto de acusaciones esgrimidas contra España por sus enemigos en el siglo XVI) y uno de los instrumentos represivos más imitados por los regímenes totalitarios de épocas sucesivas, incluyendo el reciente intento de George Bush de crear una red secreta de informantes calcada de la institución conocida como los familiares de la Inquisición. Es natural, pues, que el Santo Oficio haya despertado siempre la curiosidad de un público muy amplio.

Para dar respuesta a esta demanda de información se han llevado a cabo toda una serie de investigaciones que a su vez han dado lugar a diversas publicaciones sobre el significado y el funcionamiento del aparato inquisitorial. Y, sin embargo, las historias generales disponibles no son muchas. La primera es la escrita por Henry Charles Lea en 1906-1907, que es además la más extensa (cuatro volúmenes, que quedan en tres en la traducción castellana de 1983). La más divulgada es la excelente síntesis de Henry Kamen titulada La Inquisición española, con numerosas ediciones. Los lectores con prisas pueden leer el breve pero solvente resumen Historia de la Inquisición española (1478-1834), de Jaime Contreras. Pero, sin duda, la obra más actualizada es la escrita al unísono por Doris Moreno y Ricardo García Cárcel bajo el título Inquisición. Historia crítica, hoy por hoy, la síntesis más autorizada de todas cuantas circulan entre nosotros.

¿Qué representa, entonces, en medio de este panorama, la reciente aportación del prestigioso hispanista Joseph Pérez? Se trata de una aproximación al Santo Oficio durante los siglos XV y XVI, es decir, desde el momento de su aparición como artefacto antisemita y durante los años de su mayor actividad, ya más diversificada para incluir a erasmistas, alumbrados, protestantes y otros heterodoxos. De esta forma, se omiten las referencias a los siglos XVII y XVIII y también a los tribunales de fuera de la Península (Sicilia, Canarias, Nueva España y Perú), pero en cambio se analizan con detenimiento y con el acertado criterio de un gran conocedor de la materia cuestiones tan trascendentes como las particularidades procesales del Santo Oficio o sus relaciones con el desarrollo científico, con la vida intelectual y con el poder político. En definitiva, se trata de una documentada síntesis con el aval de uno de los mejores especialistas en la historia moderna de España.

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Tomado de: http://www.elpais.com/articulo/ensayo/Historia/perversion/elpepuculbab/20030614elpbabens_16/Tes

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