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lunes, 28 de diciembre de 2009

APRA - Manrique - Tanaka - 2009

¡Usted fue aprista! de Nelson Manrique


Por Martín Tanaka

La República, Lima, domingo 22 de noviembre de 2009.

Apareció el libro ¡Usted fue aprista! Bases para una historia crítica del APRA (Fondo Editorial PUCP-CLACSO, 2009) de Nelson Manrique. Se trata de un libro sólido, de lectura imprescindible, y sin duda será una referencia obligada para cualquier interesado en el APRA y en la historia del siglo XX peruano.

¿Cómo abordar una historia del APRA evitando caer en la hagiografía o la diatriba?, se pregunta el autor, quien se propone tener “una actitud reflexiva, alejada de las descalificaciones fáciles. Siempre la mejor opción es tratar de entender a los protagonistas dentro de la trama de relaciones sociales que les preexistían y que fueron el marco –y el límite– dentro del cual podían actuar” (p. 7-8).

Según Manrique, esa “trama de relaciones” estaría compuesta por un entrecruzamiento de elementos oligárquicos, imperialistas y capitalistas frente a los cuales Haya insurgió legítimamente en los años 20. Sin embargo, desde tan temprano como 1931 el fundador del APRA habría iniciado un proceso de “derechización” que alejaría al partido de la representación de los sectores populares, impidiendo la modernización del país y generando una creciente brecha entre sociedad y Estado que padeceríamos hasta nuestros días.

Desde el título, Manrique parece reprocharle a Haya esa derechización, sin intentar entender su lógica. La sola sobrevivencia del APRA como el partido más importante del país, ¿no plantea que hubo cierta racionalidad en esas decisiones? No me parece que la línea de lectura del autor sea fiel al criterio de “tratar de entender a los protagonistas dentro de la trama de relaciones sociales ... dentro de (las cuales) podían actuar”.

¿Existe un mejor ángulo para evaluar el desempeño de Haya y del APRA? Pienso que el mejor es un enfoque comparado. El APRA es la manifestación peruana de un fenómeno latinoamericano, el populismo. Manrique se refiere en diversos momentos al peronismo, al MNR boliviano, al varguismo en Brasil, pero no explora comparaciones.

Comparativamente, las que aparecen como indefiniciones y traiciones resultan manifestaciones típicas del populismo: como señalara recientemente Marcos Novaro refiriéndose al peronismo, “se presenta como una barrera contra el comunismo y la radicalización gremial frente a las clases medias y el empresariado, y como el mejor canal para satisfacer los intereses del pueblo y de los trabajadores frente a sus bases populares... asediado por quienes le reclaman orden tanto como por los que le reclaman cambios más auténticos”.

Al mismo tiempo, este “camaleonismo” es lo que explica la vitalidad y vigencia del populismo. Puede asumir una forma radical revolucionaria, como neoliberal y conservadora, según las circunstancias. En medio de esas transformaciones algunos se mantienen vigentes, como el APRA, el justicialismo o el PRI en México, y otros declinan, como el MNR o AD en Venezuela. Explicar esa diferencia es la clave.

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¡Usted fue populista!


Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 24 de noviembre de 2009.

En una reseña de mi libro (“¡Usted fue aprista!, LR, 22/11/09) Martín Tanaka plantea algunas observaciones polémicas. No tenemos tradición de debate académico y por eso agradezco especialmente sus comentarios. Martín considera que no he sido fiel a mi propósito declarado de “tratar de entender a los protagonistas dentro de la trama de relaciones sociales que les preexistían y que fueron el marco –y el límite– dentro del cual podían actuar”. Considera que le reprocho a Haya, “desde el título”, su derechización, sin intentar entender su lógica, que resultaría validada por la supervivencia del APRA y su conversión en el partido más importante del país. Siempre siguiendo a Martín, el “camaleonismo” aprista (el adjetivo es suyo), explicaría su vitalidad y vigencia, algo esperable, porque acomodarse a los vientos es un rasgo típico del populismo latinoamericano.

Martín propone un enfoque comparativo como una mejor entrada para analizar el comportamiento político del Apra: “El APRA es la manifestación peruana de un fenómeno latinoamericano, el populismo ... Comparativamente, las que aparecen como indefiniciones y traiciones resultan manifestaciones típicas del populismo”.

Un primer problema deriva de lo problemático que es el término “populismo”. Como Ernesto Laclau (La razón populista. México: FCE, 2005) ha subrayado, el término ha sido utilizado tanto y de tan diversas maneras que resulta muy difícil ponerse de acuerdo acerca de qué estamos hablando. Que Leguía, Haya, Bustamante y Rivero, Belaunde y Velasco –para sólo referirnos a nuestra propia historia política– puedan ser caracterizados como “populistas” es expresivo de esta dificultad.

En segundo lugar, en un tema como este el recurso a la historia comparada es útil como herramienta auxiliar, pero no como la opción principal. Si se trata de entender las decisiones de una persona, o una organización social, o política, primariamente las razones hay que buscarlas en procesos y fuerzas internos y sólo secundariamente en los externos. El método comparativo permite construir categorías útiles para el análisis a través de un razonamiento inductivo: si este conjunto de partidos tienen en común comportamientos que “aparecen como indefiniciones y traiciones”, puedo agruparlos bajo una misma categoría: populismo, por ejemplo. Pero no puedo realizar el camino inverso: asumiendo que el Apra es efectivamente “populista” deducir de aquí que éste va a realizar virajes que “aparecen como indefiniciones y traiciones”.

El objetivo de mi texto no es, por cierto, reprochar a Haya su derechización; no dedicaría tanta energía a un objetivo tan minúsculo. Mi propósito es otro: tratar de entender las tensiones que tuvo que encarar a lo largo de su vida política y la manera cómo lo hizo. Por ejemplo, cómo concilió las demandas de las bases radicales apristas, provenientes de la tradición anarquista, que creían que el partido iba a hacer la revolución, con una estrategia política basada en el juego electoral como el camino para llegar al poder, algo que se planteó tan tempranamente como en 1928, cuando Haya trataba de ser candidato presidencial mientras que las bases partidarias esperaban que el partido asaltara el poder.

La valoración del éxito o fracaso de un personaje como Haya debiera hacerse partiendo de los objetivos que se propuso. Los grandes virajes del Apra no se realizaron para “asegurar la supervivencia del partido”, en momentos de crisis, sino en coyunturas de claro ascenso popular. Sucedió en mayo de 1945, cuando el Apra estaba a punto de incorporarse al sistema político legal y Haya envió el mensaje a la oligarquía de que no quería “quitarle la riqueza al que la tiene sino crearla para el que no la tiene”.

Volvió a suceder en 1956, 1962 y 1963, cuando se concretó la alianza con la oligarquía. Se trataba pues no de “salvar al partido” sino de llegar al poder. Y el poder le fue esquivo a Haya hasta el final. Lo que fue de su legado político a su muerte queda ilustrado por la sumisión del Apra de García a la Constitución fujimorista de 1993, repudiando la de 1979, que Haya elaboró, y que caracterizó como “una Constitución para el siglo XXI”.

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Ver: http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/24/11/2009/usted-fue-populista

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¿Inconsecuencia o aprendizaje democrático?

Por Martín Tanaka

La República, Lima, domingo 29 de noviembre de 2009.

El martes pasado Nelson Manrique tuvo la generosidad de responder a mi última columna, dedicada a su importante libro, ¡Usted fue aprista! Bases para una historia crítica del APRA, que será presentado en la Feria del Libro mañana lunes a las 7 pm. Un libro como el de Manrique, así como su respuesta última plantea muchos temas de debate y conversación, imposibles de abordar aquí. Sí comento algunos asuntos que me parecen centrales y de interés para los lectores.

La respuesta de Manrique resalta, entre otras cosas, la tensión que enfrentó Haya al tener de un lado “bases radicales... que creían que el partido iba a hacer la revolución”, y del otro “una estrategia política basada en el juego electoral como el camino para llegar al poder, algo que se planteó tan tempranamente como en 1928...”. Esta apuesta por lo electoral, dice Manrique, se dio sistemáticamente, en 1945, 1956, 1962 y 1963. Haya trató de llegar al poder, y para ello creyó necesario pactar con la oligarquía.

Esta estrategia, que dejó de lado los postulados previos a 1928, son vistos negativamente por Manrique, de allí que concluya haciendo un símil entre la relación de Haya con la oligarquía y la “sumisión” de García a la Constitución de 1993, “repudiando” la de 1979.

Estoy de acuerdo con Manrique cuando dice que lo interesante es tratar de entender las tensiones que enfrentó Haya y cómo las resolvió; la cuestión es, nuevamente, desde qué ángulo evaluamos las cosas. Manrique parece querer resaltar los problemas resultantes del abandono de los ideales revolucionarios originales y la opción por un camino electoral. Me pregunto qué pasaría si pensamos lo mismo como un complejo, difícil y trunco proceso de desarrollo de una comunidad política democrática.

Vistas las cosas así, a pesar de que Haya desde 1945 sostuvo que no quería “quitarle la riqueza al que la tiene sino crearla para el que no la tiene”, no logró superar el veto de la oligarquía y los militares. Cuando finalmente se logró tener una arena política sin exclusiones en 1962 y 1963, ya el APRA había perdido posiciones en su flanco izquierdo; y cuando Haya pudo ser presidente en 1969, nuevamente una intervención militar lo impidió, aunque esta vez una dictadura de izquierda.

Si miramos la conducta de Haya no desde la inconsecuencia revolucionaria, sino a la luz de los procesos truncos de aparición de una comunidad democrática, la estrategia del APRA, de abandono de estrategias insurreccionales por vías electorales y búsqueda de acuerdos políticos con sus adversarios, no resulta negativa. Es más, la derechización del APRA permitió la aparición de otros partidos, como Acción Popular y las izquierdas. Los problemas aparecen en otras partes: en la apuesta autoritaria de la oligarquía, en la ausencia de partidos democráticos conservadores de masas, en la tradición militar golpista, en la falta de compromiso democrático en nuestras elites.

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Ver: http://www.larepublica.pe/virtu-e-fortuna/29/11/2009/inconsecuencia-o-aprendizaje-democratico

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Haya, entre las balas y los votos

Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 1ro de diciembre de 2009.

En un nuevo comentario, que agradezco, Martín Tanaka opone a mi juicio negativo sobre Haya de la Torre por el “abandono de los ideales revolucionarios originales” una evaluación positiva: “Si miramos la conducta de Haya no desde la inconsecuencia revolucionaria, sino a la luz de los procesos truncos de aparición de una comunidad democrática, la estrategia del APRA, de abandono de estrategias insurreccionales por vías electorales y búsqueda de acuerdos políticos con sus adversarios, no resulta negativa” (“¿Inconsecuencia o aprendizaje democrático?” LR, 29/11/2009).

Que yo reprochara a Haya su “inconsecuencia revolucionaria” tendría sentido si en algún momento la estrategia electoral y la insurreccional hubiesen sido para él excluyentes. Pero lo que muestro en mi libro es que desde 1928, cuando intentó lanzar su candidatura presidencial por primera vez, Haya consideró la vía electoral como la fundamental y las vías insurreccional y conspirativa como subordinadas. Esto es evidente, por ejemplo, en sus persistentes intentos de conseguir un “general amigo” que diera un golpe y luego convocara a elecciones que él debería ganar, o en su preferencia por las conspiraciones militares frente a los intentos insurreccionales de las bases apristas que él mismo promovía. Su discurso revolucionario respondió, primero, a la necesidad de mostrarse tan radical como Mariátegui, cuando ambos disputaban las bases para sus respectivos proyectos políticos, y –muerto Mariátegui– a la necesidad de administrar las expectativas revolucionarias de los anarquistas que se habían incorporado al Apra.

No hay pues una transición desde una visión insurreccional hacia una estrategia electoral que pueda calificarse de un “aprendizaje democrático”. Por otra parte, no considero reprochable optar por la vía electoral. Cuestiono eso sí la ética política del doble discurso –“la escopeta de dos cañones”–que cultivó Haya y cuyas consecuencias vivimos. Una política de alianzas debiera ser coherente con los objetivos que se quiere alcanzar. No creo que la alianza del Apra con la oligarquía fuera una fatalidad histórica. Hubo dirigentes apristas que rechazaron esta opción; Luis F. de las Casas propuso en 1956 apoyar a FBT (De las Casas, El sectario, Lima: CIC, 1981, p. 240). En 1962 él y Manuel Seoane propusieron aliarse con Belaunde en lugar de apoyar a Odría; “no existe ningún justificativo de entendimiento con el dictador que más persiguió al Partido”, escribió Seoane en un memo que envió al CEN del Apra el 26/9/62. Para De las Casas “por principio, estaba descartado el dictador castrense que asesinó a nuestros compañeros en la persecución iniciada el 27/10/48” (ídem, p. 249). Pero la dirección del Apra optó por la oligarquía y el resto es historia.

¿Apoyar a FBT contra la oligarquía habría mermado el apoyo electoral del Apra? Es dudoso. Haya, en una carta enviada el 12/4/55, antes de su alianza con la oligarquía, podía alardear ante LAS de que en elecciones libres el Apra tendría el 90% de los votos, y que él “podría ser elegido mañana mismo sin necesidad de que pronunciara un discurso” (Haya y Sánchez, Correspondencia. T. 2. Lima: Mosca Azul Eds., 1982, pp. 231-232). Pero en 1962 Haya ganó a FBT por apenas 14 mil votos y no alcanzó el tercio electoral que necesitaba para ser proclamado presidente. LAS –que era identificado como el derechista– pasó por la humillación de no conseguir ni siquiera los votos suficientes para ser elegido senador por Lima, mientras que Manuel Seoane –que era candidato a la vicepresidencia y era visto como el izquierdista– ganó a todos los candidatos presidenciales, incluido Haya, siendo el único que superó el tercio electoral. Haya tuvo que reconocer que “el Partido Aprista en el campo electoral ya no podría llamarse más ‘partido de las mayorías nacionales’” (Discurso de Haya en la Casa del Pueblo, 4/7/62). Un año después FBT lo derrotó sin atenuantes. El propio Haya terminó considerando un error su alianza con la oligarquía, en una entrevista que concedió a Julio Cotler en 1970, y lo atribuyó a un error de evaluación, que lo llevó a creer que la oligarquía era más fuerte de lo que en realidad terminó siendo (Clases, estado y nación en el Perú. Lima: IEP, 1978).

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Ver: http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/01/12/2009/haya-entre-las-balas-y-los-votos

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APRA - Manrique - Zapata - 2009

El APRA de Manrique


Por Antonio Zapata

No pensaba participar del debate por la reciente publicación del libro de Nelson Manrique sobre el APRA. Mi experiencia indica que las relaciones suelen resentirse; como personalmente valoro excepcionalmente a Manrique había pensado no arriesgar ese vínculo. Pero, me ha sorprendido el tono excepcionalmente correcto y bien educado como se desarrolla la discusión con Martín Tanaka y entonces he decidido exponer mi parecer.

Pienso que es un libro importante, que ha de ser fundamental en los futuros estudios de historia política peruana. Pero, por otra parte, encuentro dificultades para aceptar el argumento que ata todo el texto. Me explico.

Una de las cualidades principales del libro de Manrique es la fina dialéctica entre el partido y su líder carismático. Pocos libros pretenden estudiar la historia completa del principal partido político peruano. Menos lo hacen en relación a la biografía de Haya. Manrique realiza conexiones imprescindibles, que son poco conocidas y nos ofrece un razonamiento contundente. Por otro lado, está muy bien escrito y la redacción es amena. El lector que lo emprende llega a su término sin haberse fatigado.

Sin embargo, como decía, encuentro que el argumento no es del todo convincente. Pienso que Manrique opone el libro fundamental de Haya, El antiimperialismo y el APRA, a la historia concreta del partido. En suma, el sujeto histórico que nos retrata Manrique aparece como la contradicción entre un mensaje inicial y una práctica posterior plagada de desviaciones.

Ante este argumento sólo caben dos posibilidades. La primera es que el autor esté férreamente de acuerdo con el libro inicial. Es decir, en este caso, que Manrique se mueva en el horizonte intelectual y político abierto por el libro del antiimperialismo de Haya y que esa sea la razón para su rechazo al movimiento práctico posterior. Esa ha sido la opinión de Javier Valle Riestra, quien ha sostenido que Manrique es aprista, puesto que participaría de la comunidad política fundada en el libro de Haya.

Pero, no me parece cierto. Lo conozco personalmente y sé que Manrique nunca ha sido aprista. Mi apreciación es más simple. En este caso, pienso que Manrique conocía la conclusión antes de comenzar el texto. Su sujeto de estudio no lo ha sorprendido ni tampoco le guarda la mínima empatía. Por ello, Manrique ya sabía que la historia concreta del APRA estaba plagada de virajes sin fin.

En su vida política, el autor ha enfrentado al tipo de movimiento que estaba estudiando. Al igual que yo, Manrique ha sido siempre militante de izquierda y su experiencia es la lucha y oposición contra el APRA derechizada de los 50 y 60. Es más, el epígrafe inicial resalta que su mismo padre fue uno de los fieles apristas desengañados.

De este modo, al conocer la historia concreta e interpretarla como un conjunto de traiciones, el ejercicio intelectual consiste en manejar el antiimperialismo como exégesis, que opone sus conceptos a la vida real del partido y su líder. La trayectoria vital del Haya de Manrique es una traición contra su libro juvenil. Como constructo intelectual, Manrique ha empleado el antiimperialismo como los protestantes usan la Biblia, contrastando sus enseñanzas morales con el comportamiento disoluto de la grey.

Por ello, el argumento es militante y combativo, permitiendo reforzar las convicciones izquierdistas. Pero, sólo se enfoca en los defectos del APRA; sin ofrecer una explicación de sus virtudes políticas. No las presenta y algunas habrá de tener, digo yo. Si no fuera así, ¿por qué se mantiene por 80 años como un partido de masas bien organizado, mientras nosotros permanecemos dispersos?

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Ver: http://www.larepublica.pe/sucedio/02/12/2009/el-apra-de-manrique

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El antiimperialismo y el Apra y el “auténtico” Haya

Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 8 de diciembre de 2009.

Había decidido darme un respiro del debate suscitado por la publicación de mi libro ¡Usted fue aprista!, pero las declaraciones de Hugo Vallenas (LR, 6/12/09) me han hecho cambiar de opinión. Tengo la impresión de que Vallenas opina no sobre mi texto sino sobre la lectura que de él ha hecho Antonio Zapata (“El APRA de Manrique”, LR, 2/12/2009). En su comentario, Antonio Zapata asume que el argumento que ata todo mi texto es oponer el libro de Haya, El antiimperialismo y el APRA (en adelante EAA), a la historia concreta del Partido Aprista. La razón de este enfoque sería mi sesgo izquierdista: “Manrique conocía la conclusión antes de comenzar el texto. Su sujeto de estudio no lo ha sorprendido ni tampoco le guarda la mínima empatía. Por ello, Manrique ya sabía que la historia concreta del APRA estaba plagada de virajes sin fin”.

¿Es necesario ser izquierdista para reconocer que la historia del APRA está “plagada de virajes sin fin, o Zapata alberga dudas al respecto? Puede considerárseles “una traición” o un “signo de madurez”, pero los hechos están allí. Aparentemente me descalifica ser parcial, por lo que juzgo al Apra desde un mirador negativo. Con ese mismo argumento debería descalificarse a los apristas (por su sesgo positivo) a un historiador extranjero (que no sería indiferente ante las tomas de posición sobre el imperialismo), y hasta a Tony Zapata, a menos que él crea estar hablando desde ese Olimpo denominado la “neutralidad epistemológica”: desde la Ciencia, mientras mira cómo los demás se debaten en las tinieblas de la ideología. Esa precisamente es la posición más sublimemente ideológica.

Retomo la línea maestra de su crítica: “La trayectoria vital del Haya de Manrique es una traición contra su libro juvenil”. Supongo que Tony asume que considero que EAA representa al “auténtico” Haya, traicionado por su trayectoria vital posterior. Pero en mi texto muestro que este libro fue apenas un eslabón más dentro de una cadena de intentos de reescribir la historia. Haya llegó hasta a tratar de hacer creer que EAA había sido publicado en México, el año 1928. Lo afirma en Treinta años de aprismo y se aferró a esta versión hasta el fin de sus días. Pero no existe tal edición de 1928, como lo aclara el propio Haya en la “Nota Preliminar” de la primera edición de EAA (1936): “Este es un libro escrito hace siete años que solo ahora se publica” (p. 13). El texto fue entregado para su publicación recién el 25/12/1935.

¿Qué está en juego en estas fechas? 1928 fue el año de la polémica con Mariátegui, cuando ambos disputaban las bases para sus respectivos proyectos políticos. Entonces Haya, para mostrarse tan revolucionario como su rival, propuso la lucha a muerte contra el imperialismo. Aún en febrero de 1930 defendía esta posición: “Para nosotros, con Marx y con Lenin, el imperialismo es el capitalismo en su forma más moderna … y si nosotros no combatimos al imperialismo, entonces no combatimos al capitalismo, y si no combatimos al capitalismo, entonces no luchamos contra la explotación, y si no luchamos contra la explotación no tenemos derecho de llamarnos ni socialistas, ni comunistas, ni revolucionarios. El Apra es antiimperialista porque es anticapitalista” (Haya de la Torre, “Carta a la célula del Cusco”, 15/12/1930).

Pero Mariátegui murió dos meses después, en abril de 1930, y entonces la posición de Haya cambió. Sostuvo en adelante que el imperialismo tenía un “lado bueno” (traía capitales, tecnología y progreso) y un “lado malo” (oprimía y explotaba). No se trataba más de liquidarlo sino de negociar con él, aprovechando su lado “bueno” y neutralizando el “malo”; esa es la posición recogida en EAA. Retroceder la fecha de su publicación a 1928 hubiera permitido borrar las huellas de este cambio ideológico fundamental.

Tengo la impresión de que para Haya adoptar un lenguaje leninista –como en la carta citada– o proclamar su simpatía con los EEUU y explicar que no era un radical –como lo hizo confidencialmente ante el embajador norteamericano en Lima, Fred Morris Dearing– respondía más a qué consideraba que querían oír sus interlocutores que con la defensa de la autenticidad ideológica.

Confieso que estos hechos a mí sí me sorprendieron.

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Ver: http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/08/12/2009/el-antiimperialismo-y-el-apra-y-el-autentico-haya

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APRA - Haya - Lenin - 1927-1978

Cuando Haya derrotó a Lenin


Por Nelson Manrique

La República, Lima, martes 17 de noviembre de 2009.

En una entrevista concedida un año antes de su muerte, V. R. Haya de la Torre afirmó haber derrotado a Lenin en un debate sobre la naturaleza del imperialismo. Con muy justificada admiración el entrevistador anotó: “Quizá nadie en el resto del continente pueda sostener que tuvo una controversia con Lenin”. “Fue en 1927 –le dijo Haya–, en un Congreso Antiimperialista que se realizó en Bruselas. Cuando Lenin dijo que el imperialismo era la etapa superior del capitalismo, yo le rebatí su teoría. Le dije: ‘No, señor. Eso no ocurre siempre. El imperialismo es la etapa superior en los países donde el capitalismo está desarrollado como en el occidente europeo, pero en nuestros países subdesarrollados el capitalismo está en su etapa inicial’”. Haya precisó que ganó la discusión amparándose en un librito que escribió Marx acerca del colonialismo. (“¿Haya Presidente?”, X – Semanario del Pueblo Peruano, Nº 117, 13-19 de julio, Lima, 1978).

Se trata de una victoria absolutamente extraordinaria, pues para 1927 Lenin llevaba ya tres años muerto. Murió en enero de 1924, cuando Haya tenía veintiocho años de edad y era apenas un destacado dirigente estudiantil de un país que seguramente muy pocos rusos serían capaces de ubicar en un mapamundi. La explicación más plausible de este incidente es que a Haya se le confundieron los recuerdos; en julio de 1978 estaba al borde de los 84 años y es posible que sus facultades mentales estuvieran ya deterioradas.

Lo que interesa destacar es que los delirios de un anciano no son arbitrarios. Su fantasía de haber derrotado en una polémica a Lenin se hace más comprensible si se considera la atmósfera de adulación de la que estuvo rodeado a lo largo de su vida.

En mayo de 1957 Haya volvía al Perú por un breve periodo y el Apra le preparó una recepción apoteósica. Su mejor amigo, Luis Alberto Sánchez, viajó con gran ilusión a Talara para darle la bienvenida, pero se llevó una desagradable sorpresa: “Regresé bastante decepcionado. Haya en Europa era un ser como el que ya conocía desde 1917, como el que traté en mis andanzas, pero este de Talara y Trujillo se parecía demasiado al Haya de las horas de embriaguez de poder, al de 1947, seco, a menudo descortés” (L. A. Sánchez, Testimonio personal: memorias de un peruano del siglo XX, Lima: Mosca Azul 1987, p. 26). Siempre existió en el Apra un aura religiosa rodeando al liderazgo de Haya y si a esto se le añade la inevitable existencia de ventajistas que medraban haciéndole la corte puede entenderse que terminara perdiendo la perspectiva sobre el valor de su aporte intelectual y su papel en la historia.

En mayo de 1948 Haya viajó a EEUU. He aquí algunas notas que entonces se escribieron en La Tribuna, el periódico oficial del Apra: “Lo han medido como se mide a los grandes hombres: como a Gandhi o a Roosevelt. En menos de dos meses y medio ha hablado ante los ‘jerarcas’ del pensamiento contemporáneo y ha fijado al mundo, presente y del mañana, con la doctrina y filosofía orientadora del aprismo. Esta ha sido pues la tarea gigantesca de ese gran hombre, orgullo del Perú y paladín de Indoamérica. Cuando la historia se haga … la figura señera y magistral del Jefe del Partido del Pueblo, Víctor Raúl Haya de la Torre, ha de emerger como la columna vertebral de un nuevo mundo capaz de llegar a la felicidad”. Haya había “descubierto nuevas concepciones, sobre las cuales va a levantarse la arquitectura del Hemisferio”. Su voz había resonado “exhibiendo ante la humanidad un nuevo credo de vida, una nueva filosofía y un nuevo destino”. Los periodistas apristas lo comparaban con el Cid Campeador, y lo proclamaban “soldado glorioso que ha disparado hacia la eternidad los impactos de su genio creador”, etc. Guillermo Carnero Hoke llegó a describirlo como el “genio tutelar” que “parecía a veces tocar con su puño de piedra, desde un promotorio de siglos, las puertas de la inmortalidad...parecíales a todos los asambleístas, después de terminado, haber vuelto de Dios” (Luis Eduardo Enríquez, La estafa política más grande de América. Lima: Ediciones del Pacífico, 1951, pp. 118-121).

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Ver: http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/17/11/2009/cuando-haya-derroto-lenin

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APRA - Odría - Perón - 1952

El Complot de Perón

Por Enrique Chávez

Historia: El trunco plan aprista para derrocar a Manuel Odría. En ese momento, Haya de la Torre se encontraba asilado en la embajada de Colombia. Se opuso al plan.

Caretas, edición 2109, Lima, jueves 17 de diciembre de 2009

El líder del APRA cumple sesenta años y los lugartenientes pugnan por sucederlo. No se trata de Alan García y la cúpula en disputa por la candidatura presidencial. Es Víctor Raúl Haya de la Torre asilado en la embajada de Colombia a fines de 1952, con el partido clandestino y los sucesores en el exilio.

El período de la embajada acaba de ser revivido con la donación de un busto de Haya de la Torre esculpido por Macedonio de la Torre y dispuesto a la entrada de la legación diplomática.

Además, dos libros aparecidos recientemente se encargan de poner bajo el reflector aquellos años. El primero es
“¡Usted fue aprista!: bases para una historia crítica del APRA” del sociólogo Nelson Manrique. El segundo es la nueva edición de “Víctor Raúl, el Señor Asilo”, escrito por el presidente del Congreso, Luis Alva Castro.

Uno de los pasajes más interesantes del libro de Manrique es el que narra la organización de los apristas proscritos fuera del país mientras Haya vivía confinado en la embajada y un plan trunco para derrocar al dictador Manuel Odría con el apoyo de Juan Domingo Perón.

“En general”, sostiene, “los testimonios apristas aluden a los conflictos partidarios solo oblicuamente. Luis Alberto Sánchez (LAS) es uno de los pocos que habla de disputas y se refiere en distintas oportunidades a Manuel Seoane como la cabeza de la posición radical contra la cual él se enfrentaba, pero insiste siempre en que a ambos los unía una gran amistad”.

Seoane encabezaba a quienes creían que la supresión de la intentona revolucionaria del 3 de octubre de 1948 eliminó las posibilidades apristas de llegar al poder. Otros como LAS consideraban “que aquella traición había interrumpido nuestra marcha normal, arrojándonos a la época de las catacumbas sin haber hecho mérito alguno”. El evento motivó la proscripción del partido y el asilo de Haya de la Torre en la embajada de Colombia, que se prolongaría hasta 1954, cuando le fue permitido salir expulsado a México.

El “Cachorro” Seoane tomó al búfalo por las astas y lideró un grupo de apristas instalados en Santiago y Buenos Aires. Manrique recuerda que pretendían que “un general amigo del partido” se tumbe al gobierno de Odría. Para ello buscaron el concurso nada menos que del dictador argentino. Armando Villanueva del Campo, por entonces exiliado en Chile, ha reconocido que el “movimiento revolucionario” también incluía al boliviano Víctor Paz Estenssoro.

“Existían vínculos entre los apristas y personajes del entorno de Perón”, escribe Manrique. “José Barsallo Burga, un militante aprista, tenía inclusive relaciones personales con el general argentino”.

En noviembre de 1952 la dirigencia aprista se reunió en Buenos Aires para el encuentro con Perón.

LAS llegó hasta allá pero veía las tratativas con reservas. En carta a Haya de la Torre le dice que “el Sr. Perón empezó apoyando al Sr. Odría. Su desengaño es fruto del desarrollo (de) aquel contubernio, en que el señor Odría prefirió el apoyo del capitalismo norteamericano al del Sr. Perón. Si bien es cierto que debemos aprovechar de esta circunstancia, no debemos olvidar su calidad de ‘circunstancia’, que no compromete el fondo mismo de nuestra doctrina”.

Aislada de los gringos, Argentina tenía problemas con el suministro de petróleo. Odría también se negó a vendérselo, justo cuando el país conseguía su primera cosecha luego de varios años de sequía.

Sin saber, aparentemente, de las conversaciones, Haya escribía a LAS a principios de ese mismo noviembre de 1952. La reveladora carta se incluye en el libro de Alva Castro. “Al cabo de 30 años ahí estamos y por ahí nos están siguiendo... todos los movimientos avanzados indoamericanos –unos frustrados como el ABC cubano, otros desviados como el peronismo, otros larvados–, todos sin confesarlo, son Aprismo”.

Seoane pareció convencer a Perón durante la reunión. El golpista sería el general Juan de Dios Cuadros, que conspiró con los apristas en 1948 y huyó a Ecuador. Villanueva también participó y escribiría medio siglo más tarde que “Perón tal vez nos miraba como a unos ilusos. Él quería petróleo y nada más. Nos preguntó quién sería el jefe. Recuerdo que comparó a los militares con los pescados, porque se pudren por la cabeza. Y luego agregó: ‘Un general no abandona ni entrega el poder’. En este caso hay que liquidar al general”.

Sánchez, que finalmente no acudió al cónclave con el generalísimo, recibió entonces correspondencia de Haya, recluido en la residencia de la avenida Arequipa. “Esa carta, de veras histórica, empezaba diciendo que él se había negado a escuchar a un alto funcionario argentino que fue a la embajada de Colombia en Lima para proponerle algo parecido; señalaba sus dudas acerca de la eficacia de un convenio cualquiera con cualquier dictador, ya que éstos suelen realizar su voluntad según les parece”. En la mencionada carta del libro de Alva Castro, Haya recuerda que “la idea germinal aprista que envuelve a todas las anteriores es la de la libertad con pan, la justicia social sin dictadura”.

El proyecto se desplomó de todos modos poco después, cuando, aprovechando un viaje de Perón a Santiago, el entusiasta Seoane le organizó un encuentro con los apristas que vivían allí. La información de la conjura se filtró a la prensa peruana y Odría respondió tendiéndole una rama de olivo al argentino: le vendería petróleo. Y hasta allí llegó el cuento. La convivencia entre el odriísmo y el APRA sería una realidad cuatro años después.

Manrique critica los virajes ideológicos de Haya de la Torre a lo largo de su vida. Es una interesante puesta al día del debate en torno al supuesto y progresivo conservadurismo que se fue tomando al fundador del partido. Casi como si el APRA fuera precisamente comparable al peronismo, donde las ideas eran meras excusas intercambiables para sostener la carrera política del jefe que, a los ojos del autor, fracasó al morir sin llegar al poder.

La hipótesis motivó un rico debate en las columnas de opinión, donde el sociólogo Martín Tanaka y los historiadores Antonio Zapata y Hugo Vallenas refutaron la premisa de fondo. Podría argumentarse que el propio Haya se defiende desde las cartas que rescata Alva Castro, con armas que van desde la relativización de la dialéctica hegeliana hasta la mención de la conversación con un diplomático estadounidense que le reconoce a Haya que “la rectificación de la política de Estados Unidos con América Latina se debió en mucho a la obra de ustedes, de su resistencia”.

Faltaba un cuarto de siglo para la muerte de Haya, pero éste ya se sentía “al filo de la última etapa de la vida”. Luego, le escribe a Luis Alberto Sánchez, “ustedes quedarán y quedarán los más impacientes, pero que no caigan en eso tan criollo que es glorificar muertos cuando ya no sirven sino para discursos”. Un deseo que, según la trinchera, podría dirigirse tanto al fetichismo hayista como al sugestivo desmenuce conceptual practicado por Manrique.

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miércoles, 16 de diciembre de 2009

MEMORIA: Perú: Bicentenario de la Independencia

Cien flores

Por Antonio Zapata

La Republica, Lima, miércoles, 09/12/2009

Un nueve de diciembre, la batalla de Ayacucho selló la independencia de América, culminando guerras y revoluciones que venían durando largos años. El aniversario que se cumple el día de hoy se inscribe en la dinámica del bicentenario. Varios países latinoamericanos ya han iniciado sus celebraciones y nosotros en el Perú nos hallamos en el partidor. Pero, la independencia es problemática en la tradición peruana porque, como es largamente sabido, somos el último país en liberarse y, peor aún, carecemos de héroes propios.

Así, con respecto a la emancipación, la cuestión en el Perú siempre ha sido encontrar un motivo para celebrar. Con esta inquietud, la generación del centenario descubrió a los próceres. De acuerdo a Porras, Basadre y Sánchez, el Perú carecía de líderes políticos y militares de la era independentista, pero era el país clave de los antecedentes. Ahí estaba Vizcardo y Guzmán, que había sido el primero en plantear explícitamente el tema de una patria propia de los americanos, como entidad distinta y opuesta a España. La célebre Carta a los Españoles Americanos escrita por el jesuita arequipeño abrió la lucha independiente en todo el continente. Por ello, en el curso de la primera expedición patriota, dirigida por Francisco de Miranda en Venezuela, el folleto que se repartió como propaganda era la famosa Carta de Vizcardo.

Años después, la generación del cincuenta, a la que pertenece Pablo Macera entre otros, rescató a Túpac Amaru. No éramos el último, sino el primero. Bastaba olvidar a San Martín y recuperar la autoestima, porque el Perú era la cuna del primer grito de independencia en Latinoamérica. Esa idea estaba clara en la historiografía nacional años antes de Juan Velasco. Pero, recién con el gobierno revolucionario de las FFAA, Túpac Amaru fue elevado a la categoría de padre de la patria, verdadero fundador de la emancipación americana. Además, la gesta del cacique de Tinta venía acompañada por un relevante papel de su esposa, Micaela Bastidas. Por ello, el verdadero héroe de la rebelión de 1780 era una pareja, evocando la creación del Tawantinsuyu. Manco Cápac y Mama Ocllo asomaban detrás de Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Los primeros fundaron un imperio, los segundos consagrarían la libertad del Perú independiente.

Pero, luego cayó Velasco y se derrumbó el edificio del nacionalismo militar. Sus principales proyectos y mensajes se desacreditaron. Túpac Amaru fue relegado. Los historiadores resaltaron que su movimiento corresponde a la coyuntura de las reformas borbónicas y que la independencia no había aparecido aún. A esta misma época corresponde la visión descreída de Heraclio Bonilla y su famosa tesis de la independencia concedida.

Los criollos peruanos no habrían estado interesados en la emancipación y ésta habría venido de fuera, impuesta por ejércitos extranjeros, conducidos por San Martín y Bolívar, obligando a nuestros criollos, que deseaban seguir siendo españoles. Esa fue la opinión de Bonilla, fuente de una enorme polémica en los años setenta.

Todas estas interpretaciones siguen vivas. Ninguna ha cancelado completamente las anteriores, más bien se han combinado libremente. Ante esa materia prima, la generación actual de estudiosos ha de plantear un enfoque nuevo, que sintetice el parecer del presente frente a la independencia nacional. De acuerdo a cómo marcha el país, posiblemente será la explosión de lo local.

Acorde con la descentralización, el próximo estudio colectivo de la emancipación ha de subrayar la participación de las diversas regiones en el proceso. Surgirán cien héroes y a ellos se deberán los pueblos, como las cien flores de Mao.

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Tomado de: http://www.larepublica.pe/sucedio/09/12/2009/cien-flores

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lunes, 30 de noviembre de 2009

MEMORIA: Países Andinos: Bicentenario de la Independencia

Bicentenario


Por Antonio Zapata

La República
, Lima, miércoles, 16/09/2009

En el transcurso de los últimos meses, tanto Bolivia [Junta Tuitiva de La Paz, 16-jul-1809] como Ecuador [Junta de Gobierno de Quito, 10-ago-1809] han celebrado sus respectivos bicentenarios de la independencia. Mientras que, en el caso peruano, estamos lejos de esa celebración, que recién habrá de realizarse en 2021, dentro de 12 largos años. ¿A que se debe esta distancia? En realidad, antes que un asunto factual se trata de costumbres frente a las fiestas patrias.

La mayor parte de países de América Latina celebra el primer grito de independencia. Mientras que nosotros lo hacemos con la consumación final. Si así lo hicieran, Ecuador celebraría el triunfo de Bolívar en Pichincha, que recién fue en 1822 [24-mayo-1822] y Bolivia el derrumbe del último ejército realista, capitaneado por Olañeta, que ocurrió después de la batalla de Ayacucho, comenzando 1825 [Combate de Tumusla, 1-abr-1825].

Así, el momento elegido para las celebraciones no responde tanto a hechos de la independencia, sino a distintas costumbres frente al proceso de emancipación. En nuestro caso, podemos aprovechar el tiempo que tenemos delante para reflexionar sobre nuestra problemática nación, en vísperas de cumplir doscientos años de vida independiente.

Para comenzar, tenemos bicentenarios concretos que han de interesar al público. Por ejemplo, pronto son doscientos años de las Cortes de Cádiz, donde la participación peruana fue tan destacada [Constitución liberal española, 19-mar-1812]. Ello será el año 2012, cuando también será el bicentenario del levantamiento de Francisco de Zela en Tacna [20-jun-1811]. A partir de entonces, tuvimos movimientos criollos partidarios de las juntas y la autonomía de los cabildos contra el poder del Virrey.

Ese movimiento tuvo su momento culminante en el levantamiento de los hermanos Angulo en Cusco el año 1814 [3-ago-1814]. La decisiva participación del cacique Pumacahua le añade dramatismo a esta rebelión, porque él había combatido por el Rey de España contra Túpac Amaru cuando joven [1870], y murió viejo rebelde contra el monarca [Sicuani, 17-mar-1815].

Como vemos, hay mucha historia por conmemorar y tiempo para llegar a conclusiones. Si nos quedamos dormidos no lograremos nada. Para aprovechar el tiempo que el país tiene por delante debemos ser activos en esta materia. Los historiadores son una comunidad que puede realizar esfuerzos sostenidos durante un período prolongado. Nos apasiona manejar el tiempo y podemos cronometrar nuestros relojes de investigación para apuntar al bicentenario.

El verdadero tema es el país, la república y sus dramas. En ocasión del centenario [en 1921] se elaboraron muchos estudios y algunas mentes brillantes, como Jorge Basadre [Tacna, 1903-Lima, 1980], acuñaron expresiones famosas que marcaron la interpretación sobre nuestro pasado. Entre otras, “la promesa de la vida peruana”, que ubica en el futuro una esperanza de realización, ya que se reconoce una realidad conflictiva y compleja.

El movimiento del bicentenario peruano debe iniciarse en los predios de la historia, pero está destinado a extenderse a todas las disciplinas. En efecto, sólo si se piensa al país desde distintos ángulos puede arribarse a una síntesis fértil y capaz de inspirar una transformación.

La meta real es ese cambio. Hoy casi todos los peruanos tenemos la convicción de que el país funciona de manera muy imperfecta, que todo se podría hacer mejor y que somos una nación difícil. Esa constatación supera el inconformismo existente cien años atrás. Hemos retrocedido en autoestima y eso que no hemos perdido una nueva guerra con Chile.

Por ello, la reflexión sobre el bicentenario adquiere sentido si se busca la clave del país. Una llave que se nos ha extraviado y que conduce al progreso nacional y la armonía social.


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lunes, 14 de setiembre de 2009

PERU: Indios y Politica - Adrianzen - Cornejo

El indígena como límite

Por Alberto Adrianzén M.

La República, Lima, Sábado, 05/09/2009

http://www.larepublica.pe/disidencias/05/09/2009/el-indigena-como-limite

A fines de agosto se cumplieron seis años de la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Sin embargo, cabe preguntarse por qué, hasta ahora, el informe genera polémica, levanta pasiones y se avanza tan poco en el cumplimiento de sus recomendaciones. Una respuesta es por la resistencia de los militares. La otra es por la existencia de sectores proclives al militarismo y, también, enemigos de todo aquello que se llame derechos humanos.

Lo que quiero proponer como hipótesis es que la oposición al informe de la CVR se debe a que las víctimas eran mayoritariamente indígenas y que este hecho define el límite del igualitarismo de determinados sectores sociales y políticos en el país.


Paul Krugman en su libro Después de Bush señala lo siguiente: “Una tesis fundamental de este libro y que puede incomodar a más de un lector es que la cuestión racial resulta de capital importancia a la hora de explicar lo que ha sucedido en el país que crecí. En efecto, las secuelas de la esclavitud –el pecado original de Estados Unidos– son la causa de que seamos la única economía avanzada del mundo que no garantiza la atención médica universal a sus ciudadanos. La violenta oposición de la población blanca contra el movimiento pro derechos civiles es la causa de que Estados Unidos sea el único país avanzado en el mundo en el que un partido mayoritario (se refiere al Republicano) quiera revocar el Estado de Bienestar”.

Lo que Krugman dice es que el igualitarismo en EEUU tiene un límite. Ese límite son los negros. Por eso cuando el Estado de Bienestar incorpora a este sector y ello converge con la ampliación de los derechos civiles a favor también de los negros, el igualitarismo de los blancos llega a su fin. Krugman señala muy bien cómo las bases sociales y electorales que apoyaron la política del “New Deal” cambiaron de postura cuando la igualdad llegó a los negros. En realidad, el movimiento neoconservador se construyó sobre tres pilares fundamentales: la defensa de los grandes capitalistas, la defensa del libre mercado y el racismo.

Me parece que esta misma idea se puede aplicar en el Perú. Si a seis años de su presentación el informe de la CVR continúa causando polémica y hasta oposición es porque estamos hablando de los indígenas. Ahí concluye la conciencia igualitaria de determinados sectores sociales y políticos. El límite, por lo tanto, son los indígenas. Por eso se puede parafrasear lo que dice Krugman: la tesis fundamental de este artículo y que puede incomodar a más de un lector es que la cuestión racial resulta de capital importancia a la hora de explicar lo que ha sucedido en el país al conocerse en informe de la CVR.

Es el racismo, finalmente, lo que explica este comportamiento frente a las víctimas de la violencia. Ellos no pueden ser iguales, ni tienen derechos humanos porque no son “humanos”. Como dice el informe de la CVR el 75% de las víctimas de los años de la violencia fueron andinos y muchos de ellos quechuahablantes, es de decir, indígenas y pobres de nuestra patria.

En realidad, la manera en cómo determinados sectores han procesado el informe de la CVR, es muy parecido a la manera en cómo estos y otros sectores se enfrentan al drama de la educación y la salud del pueblo. Que esto sea así se debe a que los involucrados en esta tragedia nacional son los pobres que también son vistos como “indígenas”.

El caso extremo es la discusión sobre el número de víctimas. Ello, además de mezquino, es un acto poco compasivo con los otros distintos a uno. Es negarle su condición de víctimas para bloquear cualquier acto de solidaridad con ellos. Cuando en una sociedad no hay compasión ni solidaridad tampoco hay igualdad ni democracia. Lo que hay es racismo. Por eso nuestro “pecado original” continúa siendo la colonialidad.

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Debates sobre la izquierda y la colonialidad del poder

Escrito por Roberto Bustamante

Fecha de publicación en elmorsa: 7 Sep, 2009

http://www.elmorsa.pe/2009/09/07/debates-sobre-la-izquierda-y-la-colonialidad-del-poder/

José Cornejo, filósofo y autor de Filosofía y socialismo del siglo XXI: ensayos críticos (Editorial Fauno), me envía un carta abierta y respuesta a Adrianzén. Su lectura es interesante para pensar (sí, todavía es importante) el posible papel de la izquierda en América Latina. La publico completa y recomiendo su lectura.

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Estimado Beto,

No puedo decir que me sorprendió tu editorial del pasado sábado, porque estando en el Perú, me doy cuenta del gran impacto intelectual que las tesis de la colonialidad del saber y del poder, han adquirido en diversos sectores sociales en A. Latina, al punto de convertirse en el nuevo paradigma desde el cual los sectores de la izquierda latinoamericana quieren pensar los problemas de la emancipación y la justicia social desde una perspectiva propia (no eurocéntrica).

Este nuevo paradigma, promocionado por Clacso, con el concurso de otros intelectuales latinoamericanos, a los que E. Sader, en el último Le Monde Diplomatique de setiembre 2009, llama a construir una teoría revolucionaria en acuerdo la gran radicalidad que manifiestan los movimientos sociales en nuestra región, tiene desde mi punto de vista varios puntos de vista problemáticos, y, que sin ser determinantes, orientan ciertas opciones políticas.

En mi libro (*) he tratado de abordar estos problemas, aunque tal vez por el hecho de abordarlo desde las áridas esferas de la filosofía, no sea siempre fácil comprender la relación entre teoría y política. No hablemos de mis propias limitaciones al abordar estos complejos temas que movilizan grandes problemas téoricos y que muchas veces no son fáciles de vulgarizar.

Te expongo brevemente 3 problemas: el de la historia, su crítica a la modernidad y su horizonte utópico campesino.

1. Las tesis de la colonialidad hacen una lectura maniquea de la historia y del fenómeno imperial y de la forma como se concretizó en nuestra región la dominación española. Se olvidan de que la llamada “conquista” fue fundamentalmente una guerra de indios contra indios. La administración colonial fue una empresa económica y política basada en la colaboración activa de las elites nativas, en una gestión compartida de un sistema de desposesión tributario. No es correcto leer la historia de Iberoamerica desde la perspectiva de 500 años de dominación, debemos también analizar con detenimiento los 500 años de colaboración y de cómo, precisamente, por ser las elites nativas autoritarias, jerarquicas, cazicasgos, optaron por la colaboración para mantener sus privilegios, antes que enfrentarse y resistir la dominación colonial. Es por eso además, que grandes razgos de la cultura andina, son como lo entendió muy bien Arguedas, hispano-andinas, y no es posible entenderlas hoy en día sin entender esta hibridación. Contrariamente a lo que afirma Quijano y a tu lectura sobre la fundamentación última y originaria de las desigualdades en nuestro país basada en el racismo contra lo indio, no sólo la dominación colonial no se basó sobre una delimitación racial, sino que además en el propio mundo andino pre-colombino habían estrategias de exclusión que se mantienen hasta hoy en día, como el desprecio hacia los comuneros de las alturas, o el desprecio de los runas (serranos) contra los sinchis (amazónicos). No se trata de oponer lo étnico a lo social, se trata de prestar atención a la complejidad de las estrategias de exclusión y evitar caer en discursos simplistas y maniqueos que te pueden encerrar en determinadas opciones políticas.

2. Este razonamiento maniqueo no solamente se utiliza para explicar la historia iberoamericana, sino también para criticar al capitalismo y a la modernidad, como aventuras económicas y civilizadoras eurocentricas. El problema de la modernidad es un tema multiple y complejo que tiene muy diversas estrategias de aproximación (las ideas, la historia, la economía) y como éstas se articulan para provocar una ruptura en la historia humana entre las sociedad rurales y las sociedades urbanas. Lo que nosotros tenemos que hacer es cuestionar la lectura sobre la “excepcionalidad” de la modernidad como una aventura espiritual del occidente e insistir en el caracter intercultural de la modernidad. Haciendo esta crítica a la modernidad como una excepcionalidad europea, debemos evitar caer en el relativismo epistémico y culturalista, que quiere oponer saber propio a saber extranjero colonial, ciencia propia y ciencia colonial, etc. Esto, como se ha visto en la historia pasada, te puede llevar a formas de irracionalismo, a campañas xenofóbicas en contra de los elementos culturales universales del conocimiento humano. El conocimiento es una aventura intelectual de la especie humana, no tiene barreras étnicas ni religiosas. Debemos aprender a movernos en la tensión de ser peruanos y universales, y evitar la fácil y recurrente tentación al provincilaismo y al chauvinismo de lo propio y lo nacional. La derecha peruana cultiva a maravillas este chauvinismo provincialista y lamentablemente muchas veces la izquierda la remeda.

3. Por último, la idealización de lo indígena, te lleva nuevamente a pensar la política desde un horizonte utópico. La comunidad rural, el mundo indígena originario, es el horizonte emancipatorio presentado como una nueva forma de comunidad ideal, armónica socialmente, respetuoso de la naturaleza, etc. Pienso, autrocríticamente, que es un grave error pensar la política desde un horizonte utópico de una comunidad ideal humana reconciliada. Este fue el error del marxismo, que como tú sabes muy bien, fue una manera de secularizar el horizonte intelectual cristiano del paraíso, y de una sociedad en la cual iban a disolverse o desaparecer todas las contradicciones (el estado, la democracia, el mercado). El nuevo indigenismo repite el mismo error, de querer pensar la política y las estrategias de emancipación a partir de un horizonte utópico campesino. Los problemas políticos que se derivan de esta visión son varios, lo que a mi me preocupa particularmente es esta suerte de “socialismo campesino” que como hemos visto en otras experiencias históricas te puede empujar hacia opciones políticas igualitaristas radicales, antimodernas y antiurbanas.

Termino mencionando dos trabajos que seguramente tu conoces del pensamiento de la colonialidad. Pienso que es urgente organizar un debate crítico y alturado de sus tésis. Un abrazo solidario.

Lima, 6 de setiembre, 2009.

José F. Cornejo

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José F. Cornejo dijo:

Estimados lectores de elmorsa

Mi comentario al artículo de Beto Adrianzen tenía un propósito pedagógico, socrático, el de invitarnos a problematizar la manera como estamos pensando los procesos emancipatorios en América Latina y evitar caer en categorías y/o en oposiciones maniqueas que nos pueden conducir a cometer graves errores políticos.

Me parece que en la discusión se confunden varios conceptos y se quiere pensar en delimitar de manera antagónica, irreconciliable cosas que no lo son. Se parte del supuesto de una oposición entre civilizaciones, la andina y la occidental. Se confunde la emancipación o la independencia de mecanismos de dominación económicos y políticos con una lucha entre civilizaciones. Nos olvidamos a menudo de que estamos discutiendo en español, no en quechua. Discutir en español nos hace de una cierta manera, occidentales, nos vincula con una tradición conceptual y cultural que fue hace 500 años extraña al mundo andino. Aunque esa tradición fue impuesta por la fuerza y la colaboración de nuestros antepasados, forma ahora parte de nuestra realidad. Nuestra lucha no es contra la civilización occidental, es contra mecanismos de dominación económicos y políticos. Hay efectivamente también un componente cultural, pero no lo podemos abordar de manera maniquea, no toda la creación cultural es imperialista, eurocéntrica, racista. En la cultura que nosotros consideramos occidental hay elementos que provienen de los pueblos originarios y que sirvieron de inspiración a formas culturales progresistas y de vanguardia. Los pintores como Gauguin y Picasso, acaso no se inspiraron de las formas artísticas de los pueblos de Polinesia y África. La música moderna no tiene una inmensa deuda con las formas musicales de los ritmos africanos. ¿Cómo entender el tango, el jazz, el rock, la salsa, la cumbia andina, sin el aporte de los ritmos afro? ¿Podemos delimitar que formas culturales son occidentales y eurocentricas? Debemos más bien aceptar, que desde diferentes formas artísticas, independientemente de su origen, se pueden expresar propuestas emancipadoras como se puede apreciar en el excelente documental sobre la música palestina realizado por el peruano Javier Corcuera, “Checkpoint Rock: canciones desde Palestina” que les recomiendo vivamente que vayan a ver.

¿Podemos afirmar por ejemplo que Internet es occidental, eurocentrico, racista, y que la lucha contra la dominación imperialista es también una lucha contra las computadoras e Internet? O debemos más bien distinguir entre conocimientos científicos y aplicaciones tecnológicas que pueden ser un instrumento de nuestra lucha emancipadora. Se trata por supuesto de aprender de los valiosos conocimientos empíricos alcanzados por los pueblos originarios, pero para enriquecer nuestro conocimiento y comprensión de la realidad peruana, no para oponerlos a una supuesta ciencia imperialista, racista y occidental.

En el tema de la modernidad hay me parece muchos malentendidos. Este es un debate de ideas bastante complejo. Rápidamente pienso que al discutir sobre libertad, derechos, emancipación, estamos siendo de una manera o de otra, modernos, porque este tipo de ideas y de conceptos no existían en las formas de pensar pre-modernas. No estoy estableciendo un juicio de valor, de que estas formas sean inferiores, iguales o superiores a la moderna, estoy señalando una innovación, una diferencia en la manera de pensar que introduce el pensamiento que llamamos moderno. Se confunde a su vez la necesaria crítica a la forma como algunos intelectuales europeos han pretendido justificar “la excepcionalidad occidental de la modernidad”, lo que se califica de eurocentrismo, con el hecho de que todas las ideas modernas sean eurocentricas. Como he señalado anteriormente, esto no es correcto ni tan maniqueo como algunos intelectuales de la colonialidad lo quieren presentar.

Buscamos un camino para salir de los mecanismos de dominación imperialista en que estamos inmersos. Pensar la complejidad de los problemas que esta dominación nos plantea y evitar falsas oposiciones ha sido el objetivo de mi intervención. Agradezco a todos sus comentarios y espero que este intercambio de ideas les haya sido provechoso.

Lima, 11 de setiembre, 2009

José F. Cornejo

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Otra vez sobre el indio

Por Alberto Adrianzén M.

La República, Lima, Sábado, 12/09/2009

http://www.larepublica.pe/node/217606

Debo confesar que no pensé que mi artículo publicado el sábado pasado (“El indígena como límite”. La República: 5/9/09), generaría tanta polémica. En realidad, esta polémica se inició con una carta de un gran amigo y filósofo, José Cornejo (leer elmorsa.pe), que acaba de publicar un libro tan interesante como recomendable: Filosofía y socialismo del siglo XXI: ensayos críticos (Editorial Fauno). Su crítica me obliga a algunos comentarios.

1) Soy consciente de que la modernidad no es un fenómeno homogéneo, mucho menos único. Hace más de 20 años publiqué un largo ensayo: “Democracia y tradición política” (fue la introducción al tomo 1 de Pensamiento político peruano que edité en 1987 en DESCO) donde, utilizando el ejemplo español, afirmo que existen varias formas de asumir la modernidad. Ello me llevó, justamente, a relativizar que hubiere una sola modernidad, pero también a insistir sobre el impacto que tuvo España en lo que hoy es el Perú. Como dato curioso citaba, al igual que José Cornejo, a José María Arguedas como ejemplo de lo complejo que fue el llamado encuentro entre estas dos culturas.

2) Comparto con José Cornejo que la conquista también fue, como él mismo dice, una “guerra de indios contra indios”. Sin embargo, eso no quita que haya sido también una conquista. La hecatombe demográfica y la colonia son ejemplos de esa conquista. De otro lado, no comparto la tesis de Cornejo que lo fundamental fue la “colaboración” de los indios con los españoles.

Eso fue también, en parte. Pero también hay que decir que esa colaboración acabó, como bien sostienen Alberto Flores Galindo y Sinesio López, luego de la rebelión de Túpac Amaru. Fue Sinesio López quien afirmó en un texto a fines de los 70 que el contingente indígena llegó derrotado al momento de la independencia. En este mismo sentido, por ejemplo, Jorge Basadre se pregunta qué hubiese pasado con el Perú si la rebelión de Pumacahua, años después, hubiese triunfado. Seríamos, probablemente, otro país.

3) Personalmente no idealizo al indígena. Menos creo en utopías que proponen “una comunidad ideal humana reconciliada”. Eso que en parte fue planteado por Engels cuando habló de que el comunismo era la “administración de las cosas”, nos conduce al totalitarismo porque niega la política. En otro artículo sobre el populismo que publiqué aquí hace unas semanas, lo que traté de rescatar no es, justamente, la reconciliación sino más bien el conflicto como fundamento de “lo político” para hacer nuevamente política en el país. Además, desconfío del indigenismo porque creo más bien en una sociedad de iguales y diversos y no de diferentes. Dicho de otro modo, para que alguien quiera ser indígena tiene que ser igual al resto de la comunidad política.

4) Estoy bastante lejos de plantear campañas “xenofóbicas en contra de los elementos culturales universales del conocimiento humano”. Sin embargo, no creo en un cosmopolitismo o en un universalismo que no tenga un anclaje nacional. Creo que el problema principal de las elites peruanas no ha sido su “chauvinismo provincialista” sino más bien su cosmopolitismo, es decir, su falta de patria por este divorcio con lo andino y con lo popular. El carácter no incluyente de las elites es, justamente, por esa falta de patria, por no decir de patriotismo, como lo define David Brading. Por eso la cultura de las elites tienen tintes y colores coloniales.

5) Decir que un factor que explica las enormes dificultades (por no hablar de rechazo) que muchos peruanos tienen para entender los años de violencia en el país y el informe final de la CVR es el racismo, más aún cuando las víctimas, como se sabe, han sido mayoritariamente andinos o indígenas, no lo hace a uno ni indigenista y menos proponer el “socialismo campesino”. Decir que hay racismo, es una descripción de lo que hoy nos sucede.

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Roberto Bustamante

Publicado en elmorsa: 13 Sep, 2009

Continúa el interesante debate sobre el indio y la modernidad. Tema que está en agenda, ya sea desde la izquierda como también desde la derecha (ver debate sobre el video de ILD y Hernando de Soto). Esta vez, con comentarios publicados ayer por Alberto Adrianzén en su columna Disidencias en La República. Recomiendo su lectura completa:

Lo del racismo nos devuelve a otro viejo debate. ¿Es hoy el Perú tan racista como a inicios de la República? ¿Era la República más racista que la Colonia? ¿Es el racismo lo que explica, en parte, las dificultades para entender los años de violencia política? No sé, pero a partir del artículo de David Sulmont, publicado en el número 2 de la revista Memoria del IDEHPUCP, donde el departamento con mayor rechazo a hurgar en el pasado es Ayacucho, se vuelve débil el argumento del racismo para explicar el rechazo.

En todo caso, el rechazo al IF de la CVR debe ser más heterogéneo, y sí, debe haber racismo entre ciertos sectores de Lima para querer ocultar lo ocurrido, pero eso no explica todo (así como, respondiendo a de Soto, no todos los nativos amazónicos entran de igual manera a las redes mercantiles).

Bien que el debate se siga abriendo.

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José F. Cornejo dijo:

Estimado Roberto,

Gracias por mantener vivo el debate sobre este importante tema. Quisiera brevemente abordar el punto 5 del último artículo de Beto Adrianzén. El interesante trabajo de David Sulmont en la revista Memoria [IDEHPUC, no. 2] que mencionas, tiene dos tablas en donde aparece la mención a la discriminación o el racismo. La tabla 10 sobre “la razón principal que la violencia haya surgido” y la tabla 11 sobre si la situación de 1980 es más, menos o igual a la del 2000.

A si el racismo fue la razón principal que explica el origen o la causa de la guerra, ni en Lima y menos en Ayacucho, esta respuesta recoge una opinión favorable de más de 2%. Sin embargo a la pregunta de la tabla 11, sobre que caracteriza la situación actual en relación a la de 1980, la opción discriminación o racismo” ocupa el segundo lugar a nivel nacional, con 32.4% en Lima y 36.6% en Ayacucho. Es decir que el problema de la discriminación o racismo continúa siendo percibido como una constante (más, menos o igual que antes) de la sociedad peruana, a pesar de la experiencia de los años de la violencia.

Como se puede apreciar, la pregunta de Beto Adrianzén, no se refiere a las causas de la violencia, o a la percepción del racismo en el país, sino, a si el factor que explica, las enormes dificultades o el rechazo que la mayoría de peruanos tenemos para entender el informe de la CVR es el racismo. Me parece que la encuesta de David Sulmont no nos ayuda a responder plenamente a esta pregunta, aunque las informaciones de su investigación son muy interesantes para comprender cómo se ha procesado el trauma de la violencia en el país.

Para apoyarnos en datos empíricos sería necesaria una encuesta más específica sobre este punto. Lo que yo buscaba problematizar, con mi intervención inicial, es el de evitar caer en la categorización racial como una explicación y respuesta omnicomprensiva a los problemas nacionales, como sugieren, a veces, de manera maniquea y simplista los seguidores de las tesis de la colonialidad del poder. Pienso, que el problema principal del informe de la CVR con un sector muy preciso de la clase política y de ciertos poderes fácticos no tiene nada que ver con el problema del racismo en el Perú, que por supuesto que existe. Pero su hostilidad con el informe de la CVR es más un problema político directamente relacionado a si sus responsabilidades políticas durante el conflicto interno van a convertirse en responsabilidades penales. Sería bueno contar con una encuesta específica a nivel nacional sobre cómo la población percibe hoy en día el trabajo realizado por la CVR. Tengo la impresión, pero me puedo equivocar, que en la población hay una visión más bien positiva del trabajo realizado. Otra cosa es el hecho, que esta simpatía, no ha logrado expresarse a nivel político electoral. Pero esto nos lleva a un otro problema más complejo, de cómo las personas definen sus opciones electorales. Pienso que mi amigo Beto Adrianzén se adelanta con una explicación que merece un estudio más detallado.

Recibe mis cordiales saludos.

José F. Cornejo

13-9-2009

http://www.elmorsa.pe/2009/09/13/debates-sobre-la-izquierda-y-la-colonialidad-del-poder-2/

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