Espacio virtual creado realmente por Nicanor Domínguez. Dedicado a la historia del Sur-Andino peruano-boliviano.

martes, 23 de diciembre de 2008

Juliaca indígena y colonial en el siglo XVI

La importancia actual de Juliaca en el Altiplano peruano es indiscutible. Por su numerosa población de más de 200,000 habitantes y su febril actividad comercial, la “Ciudad de los Vientos” tiene --desde el siglo pasado-- una activa rivalidad con la capital política de la Región Puno. Sin embargo, ¿cuándo comienza en realidad el “despegue” de la ciudad?

Parece que sólo hace unos 135 años. Más precisamente, desde 1873, cuando el ferrocarril de Mollendo y Arequipa llegó al Altiplano y su construcción quedó detenida debido a la crisis fiscal que precedió a la Guerra del Pacífico (1879-1883). Por un cuarto de siglo, hasta la expansión de la línea del Ferrocarril del Sur a Sicuani (1901), Juliaca fue el principal centro de acopio de lanas del Altiplano puneño. La transformación de Juliaca en la indiscutida capital comercial de Altiplano septentrional viene de esos años, y su elevación al rango de ciudad en 1908, y a capital provincial en 1926, tan sólo confirma ese vital proceso socio-económico.

Con todo, resulta a veces difícil para algunas personas reconocer que el pasado de sus pueblos no haya estado a la altura de la prosperidad que experimentan en el presente y de las esperanzas que tienen depositadas en un futuro aún mejor. Quizás sea por ello, y por la falta de información histórica específica, que muchos pueblos prósperos de hoy tienden a “mejorar” su pasado con “tradiciones inventadas”, embelleciendo ese modesto pasado al mismo tiempo que lo terjiversan.

Como mi profesión de historiador me ha permitido reunir datos sobre el pasado del Altiplano peruano-boliviano --que he tenido la suerte de poder compartir con los lectores de la Región Puno a través de la revista Cabildo Abierto y de este mismo Diario--, me llega la invitación de contribuir en este número especial por el 82do aniversario de “La Perla del Altiplano”. Me siento honrado por ello, pero al mismo tiempo un poco conflictuado por no poder participar honestamente de las “tradiciones inventadas” referidas a la importancia antigua que Juliaca, en particular, debió --para algunos-- haber tenido antes de 1873. Me perdonarán los lectores por reducir los siguientes comentarios a los límites de mi conocimiento sobre las fuentes históricas que considero suficientemente sólidas como para elaborar esta breve reconstrucción del pasado juliaqueño.

*  *  *

Antes de la expansión Inca sobre el Altipano del Collao a mediados del siglo XV, la zona donde ahora se levanta la ciudad de Juliaca era parte del sector “Urco-suyo” del reino Colla (ver: http://laicacota.blogspot.com/2007/03/altiplano-del-titicaca-siglos-xiv-xvi.html). La Conquista española del Altiplano, iniciada en 1534 con la visita de los conquistadores Diego de Agüero y Pedro de Moguer al Lago Titicaca, se hizo sobre la región que los Incas llamaban el Collasuyo y que, por unos 80 años, habían modificado en función de sus propios designios imperiales cuzqueños. Por ejemplo, los Incas impusieron un sistema de caminos (“Capac Ñan”) complementado con postas (“tampu” o ‘tambos’) servidas por las comunidades cercanas a la ruta. En el camino de “Urcosuyo del Collao” los tambos cerca de Juliaca eran los de Nicasio y Caracoto, continuando luego hacia Paucarcolla y Puno.

Por otro lado, la población indígena del Altiplano (de los tres reinos Colla, Lupaqa y Pacaje), estaba compuesta por una mayoría que hablaba la lengua aimara y una significativa minoría que hablaba la lengua uro (un 25 a 30 por ciento del total de habitantes, tradicionalmente sometidos a los aimaras). La existencia actual de zonas en el norte del Altiplano con población indígena de habla quechua es fruto de un proceso de cambio lingüístico ocurrido durante la época colonial. El aimara era también hablado en zonas que hoy corresponden a las provincias altas cuzqueñas.

*  *  *

El dominio colonial español en el Altiplano se basó en el aprovechamiento de las estructuras organizativas de los grupos indígenas andinos, especialmente en los 40 años que siguieron a la captura de Atahualpa en Cajamarca en 1532. Utilizando las jerarquías administrativas internas de los grupos étnicos indígenas, los conquistadores dividieron en “encomiendas de indios” a éstos grupos y sub-grupos, bajo la autoridad de un “cacique” que garantizara el trabajo y la entrega de productos al “encomendero”.

Así, los “Collas de Urcosuyo” fueron divididos en 13 encomiendas. La ubicación geográfica de éstas sub-divisiones, indicada gruesamente en dirección N. a S., era:
(1) Nicasio (¿y Calapuja?), 
(2) Lampa Hanansaya, 
(3) Lampa Hurinsaya, 
(4) Juliaca (o “Xullaca”), 
(5) Coata, 
(6) Capachica, 
(7) Caracoto (¿y Huata?), 
(8) Cabana (o “Cavana”), 
(9) Cabanilla (o “Cabanilla y Oliberes”), 
(10) Hatuncolla (o “Atuncolla”), 
(11) Paucarcolla, 
(12) Puno, y 
(13) Mañaso y Vilque.

En época de la “Visita General” del Virrey Francisco de Toledo (1569-1581), la población adulta (tributarios entre 18 y 50 años de edad) de los 13 “repartimientos” del antiguo sector “Urco-suyo” del reino Colla era de 8,202 individuos. De ellos 5,158 (62.89%) eran tributarios “aymaraes” y 3,044 (37.11%) tributarios “uros”. Hacia el año 1573, la encomienda de Juliaca (o “Xullaca”) tenía una población total de 2,437 personas (hombres, mujeres y niños); de ellos, 482 eran tributarios (varones adultos, jefes de familia); 364 (75.5%) eran tributarios “aymaraes” y 118 (24.5%) eran tributarios “uros”. Si comparamos el total tributarios en los “Collas de Urcosuyo” (13 encomiendas o repartimientos) con los tributarios de Juliaca, resulta que, a más de 40 años de iniciada la invasión española a los Andes, el repartimiento de Juliaca tenía el 5.87% de la población tributaria de ese sector o “mitad” del antiguo reino Colla.

Los indios “aymaraes” de Juliaca estaban bajo el mando de 3 caciques, mientras que los “uros” tenían 2 caciques. Los “aymaraes” debían pagar un promedio de 6 pesos en tributo anual, mientras que los “uros” pagarían la mitad, 3 pesos. El primer grupo obtenía sus ingresos del acceso a tierras de cultivo así como a tierras de pastoreo; debían tejer ropa de lana (con lana proporcionada por su encomendero), y trabajar en la mita a Potosí, de donde obtendrían un salario que utilizarían para pagar parte de sus tributos. Los “uros”, al no tener acceso directo a tierras ni ganados, sólo debían acudir a la mita potosina y cumplir con la exigencia de tejer ropa para su encomendero.

*  *  *

Parte importante de la política de reorganización colonial que la “Visita General” de Toledo llevó a cabo en la década de 1570 estuvo basada en la reubicación de la población andina en “pueblos nuevos” diseñados siguiendo el modelo básico de los asentamientos urbanos españoles en América, que facilitaba la defensa militar: un plano en cuadrícula, con calles perpendiculares extendiendose desde una plaza central de forma cuadrangular, como un “damero” o “tablero de ajedrez”. En torno a esta plaza central se construían los edificios públicos principales: la casa de la autoridad española local, el templo o iglesia, la casa del organismo municipal que administraba el asentamiento, y las casas de los vecinos más importantes.

Los “visitadores”, funcionarios enviados por el Virrey Toledo a reasentar y concentrar a la población indígena del Altiplano en nuevos “pueblos de reducción” (las famosas “reducciones toledanas”), recorrieron el Altiplano durante el año 1573. En el caso de la encomienda de Juliaca o “Xullaca”, sus 2,437 habitantes fueron “reducidos” en un sólo pueblo (aunque otras encomiendas fueron reasentadas en dos o tres pueblos distintos). La “reducción” de Juliaca fue simbólicamente puesta bajo la protección de Santa Catalina de Siena, santa italiana que vivió en el siglo XIV, y cuya fiesta se celebra el 19 de abril. A este nuevo pueblo de Juliaca fue asignado un cura párroco, con la obligación de predicar a los indios la doctrina cristiana y con un salario de 398 pesos “de plata ensayada y marcada” proveniente de los tributos pagados por sus feligreses. Quizás habrá que aclarar aquí que el actual templo de Santa Catalina en Juliaca, pese a mantener la ubicación original de la parroquia establecida en 1573, es una construcción de los años de 1730-1740, y representa uno de los primeros ejemplos de la llamada “arquitectura mestiza” del Altiplano Surandino.

Los nuevos “pueblos de indios” fundados por los “visitadores toledanos” en los Andes fueron agrupados en jurisdicciones territoriales y puestos bajo el mando de un “corregidor de indios” (el equivalente a un gobernador provincial). Algunas veces estas nuevas jurisdicciones coloniales respetaban las jurisdicciones étnicas pre-hispánicas, como en el caso de la provincia de Chucuito, que mantenía los territorios del antiguo reino Lupaqa y de sus “siete cabeceras” (Chucuito, Acora, Ilave, Juli, Pomata, Yunguyo y Zepita).

Sin embargo, en muchos otros casos, las nuevas provincias o “corregimientos” ponían bajo la misma autoridad colonial a una serie de comunidades indígenas con distintas identidades étnicas pre-hispánicas. Ese fue el caso de los “Collas de Urcosuyo”, cuyos 13 repartimientos terminaron dividos en dos corregimientos distintos: 9 en Lampa y 4 en Paucarcolla. La población del pueblo y encomienda de Juliaca fue puesta bajo la jurisdicción del corregimiento de Lampa, llamado así porque el corregidor originalmente debía residir en el pueblo de Lampa, que era entonces la reducción más populosa de la provincia (aunque, a veces, la provincia aparece con el nombre de “Cabana y Cabanilla” en documentos de los siglos XVI y XVII).

Es con éstas características básicas establecidas en la década de 1570 que el “pueblo de indios” de Juliaca --así como los demás asentamientos del Altiplano-- entró de lleno en la época colonial durante los siglos XVII y XVIII.

- - - -

Nota: Este artículo fue escrito para ser publicado en el diario Los Andes de Puno, en el número del 24 de octubre de 2007, fecha de la celebración del 82 aniversario de "La Perla del Altiplano".

= = =